La conferencia de prensa que la candidata del PRD a gobernadora del Estado de México Yeidckol Polevnski (en la foto de arriba, rodeada por toda su familia, según publica este día La Jornada) ofreció ayer para explicar sus numerosos cambios de identidad, revela toda una telaraña de mentiras que tejió una familia que parece definitivamente enferma de mitomanía.
Parece también tratarse de una familia enferma de paranoia, que debe ocultar sus antecedentes para librarse de lo que consideran estigma social.
Se asumen los integrantes de esa familia como víctimas de una sociedad que las rechaza, en unos casos por sus apellidos y en otros por sus conductas..
Así, el padre, un coronel retirado, niega en un programa de radio que su esposa, la mamá de Yeidckol sea hija de Maximino Avila Camacho, el político poblano hermano de Manuel que fuera presidente de la República.
Yeikckol, insiste sin embargo en entrevita radiofónica que sí desciende a Avila Camacho.
La mamá de Yeidckol registra en diferentes actas de nacimiento y con diferentes apellidos a su hija.
Esta, queda embarazada a los 12 años y luego también a los 14, pero la familia oculta el hecho, y registra a los niños como hijos de quien en realidad es su abuela.
Tras el segundo embarazo quien se llamaba Citlali Ibáñez, decide cambiar su nombre por Yeidckol.
Posteriormente, a los 16 años, se cambia también los apellidos Ibáñez Camacho, por Polevsnky Wurvitz.
Con la nueva identidad, se inventa también un nuevo lugar de nacimiento, Mexicali, y se dice hija de un rabino judío.
Se consigue una credencial de elector, a nombre de Yeidckol Polevnsky, pero con una fecha de nacimiento diferente a 1958, que es la real.
Con esa identidad pretende gobernar el estado de México.
Carlos Marín aborda así el asunto en su artículo de Milenio:
A tiempo está. Después del numerazo que ayer protagonizó su precandidata a la gubernatura del Estado de México en distintas pistas, al Partido de la Revolución Democrática no le queda más que “tragar camote” y decirle que, caray, como suele suceder, el peso de las canijas circunstancias termina por imponerse, “así que lo sentimos –qué pena–, le suplicamos comprenda que debe usted renunciar a sus aspiraciones políticas o, cuando menos, a la generosa y oportunista invitación que le habíamos hecho…”.
El autorretrato de Citlali del Carmen-Yeidckol-Ibáñez-Polevnsky-Avila-Gürwitz-Camacho, expuesto ayer en conferencia de prensa y sendas entrevistas especiales, dista mucho de aclarar la turbiedad no solamente de sus múltiples identidades, sino de su pensamiento, del que sobrecoge la facilidad con que dice que los aspectos legales vienen a ser lo de menos porque “todos los mexicanos” hacen lo mismo que ella y que “lo verdaderamente importante” son sus ideas para hacer felices a los mexiquenses.
Anoche, al platicar con la señora, Adela Micha le soltó de plano: “Usted ni es Yeidckol ni es polaca ni es judía ni es licenciada…”.
Vale la pena recuperar algunas de sus afirmaciones:
Cuando iba a la escuela secundaria (después de su temprano embarazo), soñaba con “dejar de ser Citlali”, pero vivió algunos años más “en paralelo” con el sobrenombre de Yeidckol.
–“No se necesita un acta”.
–“Es muy usual cambiar de nombre”.
–“No soy versada en la cuestión legal pero –no sé si hay dos o tres sistemas para hacerlo–, una es notarial, lo cual hizo mi madre (el notario agarra tu acta de nacimiento y hace una carta)”.
–“En la secundaria también yo era Yeidckol y no tuve mayor problema, pero no hay mal que por bien no venga, es providencial”.
–“Nunca hice nada por cambiar en mis estudios a Yeidckol porque no se podía hacer, pero ahora sé que todo mundo lo puede hacer con una revalidación de estudios, y de inmediato lo voy a hacer; dicen Citlali, pero los demás los hice como Yeidckol.
La periodista comentó que también es hija de padres divorciados pero no tiene tres actas de nacimiento y le preguntó de dónde había surgido el nombre Yeidckol Polevnsky.
“El nombre es de polacá, no de polallá. Pero esto no es lo trascendente y no quiero hacer de mi vida un reality show”.
Dijo que hasta su pasaporte y su visado dicen que se llama Yeidckol Polevnsky, “como lo hace todo mundo, todos los mexicanos, a veces por teclazo, pero esto no es determinante… es demasiado convencional…”.
Respecto de si la dirigencia del PRD conocía sus enredos –y por lo visto consciente de lo explosivo de su secreto–, respondió muy contenta:
“Pensé: cuando a Leonel (Godoy) le cuente la historia me va a mandar a volar lejos de la tierra, ¿quién quiere comprar pleitos gratis? ¡Pero no! ¡Qué solidaridad, qué actitud! Todos me dijeron: tienes nuestra confianza, tienes nuestro apoyo”.
¿Por qué una de sus actas de nacimiento es de Mexicali?
“Porque Mexicali está muy lejos”.
No recuerda siquiera –dijo– quién fue el notario que cuando tenía ya 18 años le expidió el acta del cambio de nombre.
“Pero esto no es lo trascendente”, insistió.
Adela Micha también:
–Una mentira lleva a otra y a otra…
“Martí decía que hacer es mejor que decir, y yo soy martiana. Los hechos hablan más que las palabras y mi trabajo es contundente: defendí al sector empresarial contra todos y he sido una luchadora social”.
Quiso pontificar:
“Lo trágico de esta historia no es mi historia en sí, sino que sigan sucediendo estas historias, sin que haya una política para evitarlas”.
De su mentira de pertenecer a la comunidad judía dijo que desde niña ha sido profundamente creyente, que respeta las religiones y que la comunidad judía “siempre me abrió las puertas”.
Afirmó que el Papa “perdonó a los judíos”, lo cual es falso: pidió perdón en nombre de la Iglesia católica por haber atribuido a ese pueblo un crimen que no cometió (si lo hubiera “perdonado” en realidad habría refrendado la idea de que “mató a Dios”). La regó también al decir que el Viejo Testamento es “la base de todas las religiones monoteístas”.
La periodista concluyó pidiéndole que le enviara este jueves el documento incontrastable de que su nombre legal es Yeidckol Polevnsky.
“No –respondió la señora–. Lo llevaré para el registro como candidata…
Y volvió a sumergirse en su lastimoso misterio.