Andrés Manuel López Obrador ya se convirtió en un personaje como de película de Pedro infante.
Esta semana santa, por cierto, abundaron las caricaturas en que se le ve como un mártir, similar a Cristo. El dibujo de Calderón, en Reforma, es sólo un ejemplo.
Alvaro Cuevas explica este fenómeno en Milenio:
Andrés Manuel López Obrador es uno de los fenómenos más fascinantes del México reciente: su presencia es fundamental en los medios, millones de personas lo aman, otros tantos lo odian. La gran pregunta es ¿por qué?
¿Qué tiene Andrés Manuel López Obrador que lo hace tan popular, tan fabuloso, tan entrañable, tan poderoso, tan polémico y tan peligroso que no tengan los demás gobernantes de nuestra nación? ¿Qué? Vale la pena hacerse esta pregunta no tanto por el tema del desafuero o por la carrera hacia las elecciones presidenciales de 2006, sino porque el hecho de que este señor sea tan grande tiene que ver directamente con nosotros, el resto de los mexicanos.
Desafuero:
Cuenta atrás
Lo comenta F. Bartolomé en Templo Mayor de Reforma:
10, 9, 8, 7... y empieza la cuenta regresiva para el desafuero de Andrés Manuel López Obrador.
ESTE MIÉRCOLES la Sección Instructora deberá decidir si le da trámite a la petición de la PGR y turna el dictamen ante el pleno de la Cámara de Diputados o si le da carpetazo al asunto.
DESDE el año pasado, el Jefe de Gobierno ha venido sacándole jugo al asunto y ya tiene en punto de turrón su estrategia para iniciar su propio martirologio.
TODO MUNDO está a la expectativa de lo que va a suceder. Las miradas estarán pendientes de ese cuartito en el que se encerrarán los cuatro diputados de la Sección Instructora y de lo que venga después.
SIN EMBARGO, la gran pregunta es si el gobierno de Vicente Fox está realmente preparado para el desafuero de López Obrador.
PORQUE los lopezobradoristas vienen espantando con el petate del muerto de la movilización popular y el posible desbordamiento social.
POR ESO, más allá de cualquier consideración legal, el hecho es que si se consuma el desafuero lo menos que se podría esperar sería un tremendo despliegue de trabajo político por parte del gobierno federal.
Y POR lo que se ha visto en los últimos cuatro años... los pronósticos no son nada buenos. Ay, nanita.
¿Qué le vemos que nos gusta tanto? ¿Qué hay en sus discursos que nos mueva de semejante modo? ¿Qué tiene su imagen como para que nos identifiquemos tanto con él?
Andrés Manuel López Obrador es un hombre maduro; está muy lejos de ser el galán del siglo XXI: es de estatura media, moreno, cachetón, con el cutis medio marchito y el cabello lleno de canas y sin estilo.
Si usted o yo nos lo encontráramos en el camión, pensaríamos que es un vendedor de enciclopedias desesperado porque no va a completar sus comisiones del mes. Es más, ni siquiera lo voltearíamos a ver.
Si don Andrés Manuel no gozara de la proyección que los medios le han dado, los vigilantes del Sanborns lo mirarían feo porque pensarían que se va a robar un disco.
Es de todos conocido que el señor López Obrador no sólo no ha podido separarse de su acento tabasqueño, sino que no pronuncia bien ciertas letras. Eso no es algo de lo que un habitante del Distrito Federal se pudiera sentir orgulloso. Si usted va a comprar tacos y en lugar de pedir salsa pide “jalja”, el taquero lo alburea. Es un hecho.
Por otro lado, los trajes del jefe de gobierno de la capital del país son bastante convencionales y sus zapatos no llaman la atención de nadie.
Él es un hombre más del montón que jamás se ha caracterizado por su exquisito gusto gastronómico, por su colección de vinos, por su presencia en sociedad o por sus profundísimas lecturas. El señor López Obrador nunca ha destacado por su figura atlética, por su despampanante sonrisa, por su talento para las motos, por su cariño hacia los caballos, por su destreza en el tenis o por su inteligencia para el ajedrez. No es guapo, no es amigo de Paris Hilton, no es metrosexual, no es deportista y, para completar el cuadro, vive en un modesto departamento y anda en un Tsuru.
¿No hay algo en todo esto que a usted le suene medianamente extraño? En teoría, cualquier ser humano con aspiraciones buscaría el mando de un hombre alto, fornido, guapo, fresco, culto, divertido, con personalidad, distinguido, triunfador.
Lo lógico sería que usted y yo admiráramos a una persona que viviera en varias casotas, que tuviera muchos carrotes, uno que otro yate, helicópteros, ranchos, empresas, aviones, ganado.
(Rocha, a la izquierda, caricaturiza también el asunto con la temática de la pasión: Lo del Encino es un asunto jurídico y yo me lavo las manos, dice Pilatos-Fox)
Andrés Manuel López Obrador no es así, él es un hombre tan igual a todos que en lugar de firmar como cualquier López le agrega el Obrador para que no suene tan equis.
¿Sabe lo que pasa en este caso? Que, más allá de la lógica o de las teorías, Andrés Manuel López Obrador es como somos todos los mexicanos ya sea en el fondo o en la forma. Tan es así que el señor no es un señor, es El Peje, o sea un personaje, un símbolo, una marca.
El gran éxito de don Andrés Manuel es que es un hombre solo, feo, viejo, prieto, sin dinero, sin dicción, sin propiedades, sin padrinos y hasta sin mujer. Él, como solemos pensar muchos mexicanos en nuestra mentalidad melodramática, es perseguido por las fuerzas del mal, es una víctima, tiene todas las de perder, pero aun así es bueno.
El Peje se quita el pan de la boca para darle de comer a los ancianos, deja de dormir para ayudar a las madres solteras y saca dinero hasta por debajo de las piedras para construir obras para el beneficio común.
La policía se alista
Lo adelanta Milenio en los trascendidos:
Que, en caso de que la Sección Instructora apruebe un dictamen en sentido positivo o negativo el próximo miércoles, la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados prevé la instalación del Jurado de Procedencia para discutir el desafuero de Andrés Manuel López Obrador durante los primeros diez días de abril.
Que el presidente de la Mesa Directiva, Manlio Fabio Beltrones, evalúa la posibilidad de solicitar el apoyo de la fuerza pública para resguardar el Palacio Legislativo de San Lázaro los días 29 y 30 de marzo, marcados en el calendario de la Instructora como las fechas para desahogar el desafuero de Andrés Manuel López Obrador.
Por lo pronto, un contingente de la Policía Federal Preventiva se mantiene en las instalaciones de la Cámara de Diputados, con la instrucción expresa de impedir la irrupción de cualquier grupo de manifestantes.
Este hombre es un santo gracias al cual miles de jóvenes pueden estudiar y millones de personas pobres pueden recibir atención médica; lo que pasa es que, al igual que con nosotros, nadie lo comprende, le tienen celos, envidia, lo odian nomás porque es bueno.
¿Qué tanta nobleza no habrá en el corazón del señor López Obrador que hasta está dispuesto a ir a la cárcel con tal de demostrarle al mundo que no tiene nada qué ocultar?
¿Ahora me entiende? La vida de Andrés Manuel López Obrador es una película de Pedro Infante y si algo nos encanta a los mexicanos son las películas del “ídolo inmortal”.
En este país amamos al jefe de gobierno de la Ciudad de México porque nos identificamos con los perdedores, con los “pobrecitos”, con Nosotros los pobres.
Triunfar es malo, tener dinero es terrible, poseer propiedades es pecado, verse bien es vanidad, comer bien es gula, tener pareja es lujuria, ser culto es ser flojo y ser alguien es creerse más.
Y tal como sucede con las películas de Pedro Infante, que nadie se meta con El Torito. ¿Por qué? Porque El Torito es inocente.
El fenómeno de Andrés Manuel López Obrador es más profundo de lo que parece. Ningún medio de comunicación estaría dispuesto a alejarse de él como ningún canal de televisión estaría dispuesto a renunciar a los derechos de transmisión de Ustedes los ricos, Tizoc y Un rincón cerca del cielo.
Ningún mexicano de verdad estaría dispuesto a alejarse de El Peje como ninguna familia estaría dispuesta a dejar de festejar el Día de las Madres, el Día de la Virgen de Guadalupe, el Grito de Dolores o los partidos de la Selección Nacional.
El Peje es todo lo que somos, todo lo que tenemos, lo bueno, lo malo, el “ya merito”, el “ya ni modo” y quien lo rechace también rechaza esa parte tan dolorosa y al mismo tiempo tan esperanzadora de nuestra mexicanidad.
Estamos ante un caso histórico, ante un fenómeno sin precedente; estamos ante un amor que es más una pasión y usted y yo sabemos, como buenos mexicanos, adónde nos suelen conducir todas esas emociones.
Así que prepárese porque todavía nos falta mucho por reír y mucho por llorar. Prepárese porque esta historia de amor apenas empieza.