Lo narra Miguel Mora desde Roma para El País:
El viejo romance entre Silvio Berlusconi y los italianos navega hacia un final impredecible.
El Noemigate abrió las alcantarillas hace un mes y medio, las fotos prohibidas de Antonello Zappadu ilustraron el ambiente, y hoy el fango rebosa sin censura por todas partes menos por una: el expresivo silencio de las televisiones controladas por el primer ministro, más conocido tras la desafortunada frase de su abogado como el "usuario final".
El Noemigate abrió las alcantarillas hace un mes y medio, las fotos prohibidas de Antonello Zappadu ilustraron el ambiente, y hoy el fango rebosa sin censura por todas partes menos por una: el expresivo silencio de las televisiones controladas por el primer ministro, más conocido tras la desafortunada frase de su abogado como el "usuario final".
La moral vaticana soporta machismo, cuernos y menores de edad; puede envidiar las fiestas con 25 velinas, admitir la corrupción e incluso los ajustes de cuentas. Pero los italianos jamás tolerarían que el nombre de un primer ministro se asocie con las drogas.El reportaje AQUI
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