Jardines infinitos, lagos artificiales, órganos sexuales al aire, juegos lésbicos, efectos especiales, pizza y helado gratis... Un geriátrico lleno de cuerpos imponentes. Las fotos censuradas en Italia por iniciativa de Silvio Berlusconi muestran la rutina desinhibida de la mansión sarda del jefe del Gobierno, en la Costa Esmeralda de la isla de Cerdeña.
Así describe Miguel Mora en El País, el paraíso en que Silvio Berlusconi se entretiene con una milicia de bellas mujeres que llegan por decenas en vuelos oficiales y privados cada fin de semana.
De acuerdo al reportaje, Villa Certosa es el símbolo de estatus del Cavaliere más discreto, su refugio no sólo nuclear. Es su tesoro, su secreto mejor guardado, el lugar donde este hombre de casi 73 años, multimillonario y prepotente, simpático y mediático, recibe a sus amigas y amigos, celebra consejos de ministros informales, cierra o prepara negocios o hazañas políticas, agasaja a los líderes de la derecha mundial, cuida de sus crisálidas, sienta a sus velinas en las rodillas y las pasea en el carrito del golf por el parque, zona militarizada y secreto de Estado desde 2006.
El reportaje, AQUI
Así describe Miguel Mora en El País, el paraíso en que Silvio Berlusconi se entretiene con una milicia de bellas mujeres que llegan por decenas en vuelos oficiales y privados cada fin de semana.
El mar turquesa, la gran casa principal, las estancias secretas, el canal subterráneo que comunica el mar directamente con la villa -inspirado en un filme de James Bond-, el parque con sesenta hectáreas de terreno, los bungalós que el dueño pone a disposición de sus invitadas (siempre más chicas que hombres, proporción de 4 a 1), todo ello reformado y renovado en 2006 por unos módicos 12 millones de euros.Las velinas, son protagonistas principales de las fiestas de Berlusconi, según las describe Miguel Mora:
La belleza de la palabra velina (no confundir con bellina) no es menos sugerente que su origen: la velina era la nota que se mandaba a los periódicos desde la oficina de censura del fascismo diciendo qué se podía escribir y qué no. Ese carácter de cosa fuera de contexto se aplicó, con el tiempo, a las azafatas de televisión que aparecían en zonas ajenas a su tarea de florero, por ejemplo junto a la mesa donde el periodista lee las noticias. "Llega la velina". Cuajó, y así hasta hoy.
De acuerdo al reportaje, Villa Certosa es el símbolo de estatus del Cavaliere más discreto, su refugio no sólo nuclear. Es su tesoro, su secreto mejor guardado, el lugar donde este hombre de casi 73 años, multimillonario y prepotente, simpático y mediático, recibe a sus amigas y amigos, celebra consejos de ministros informales, cierra o prepara negocios o hazañas políticas, agasaja a los líderes de la derecha mundial, cuida de sus crisálidas, sienta a sus velinas en las rodillas y las pasea en el carrito del golf por el parque, zona militarizada y secreto de Estado desde 2006.
Según narran las fotos de Antonello Zappadu, Villa Certosa es también el lugar donde el magnate megalómano, el personaje excesivo, cómico y mitómano se olvida del abuelo que es (y que se alejó hace una década del dormitorio conyugal) y se convierte en macho otra vez, en el jeque del harén, en el Super-Silvio moreno perpetuo, y operado (también de la próstata), mientras Italia susurra preocupada que toma demasiado viagra y que sus médicos temen por su corazón.
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