El meollo del asunto
Supo mantener el discurso político lo suficientemente suave para no pelearse con el gobierno y lo suficientemente duro para que la oposición se sienta representada. No dejó que ninguna de las partes lo agarrara de bandera. Se puso por encima de las disputas políticas específicas de grupos y le habló a los millones que padecen las múltiples manifestaciones de violencia y la impunidad que las reproduce. Los que esperaban un Papa subido en su templete se quedaron con las ganas.
Aquí la columna
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