viernes, mayo 13, 2016

Ana Teresa Aranda arrasa en el debate contra la versión pitufa del PRI

La Hora Cósmica

Por Cosme Haces

Se había tardado, pero al fin apareció la Ana Teresa Aranda demoledora.
La justiciera, la irónica, la rebelde contra el maximato.
Y se llevó la noche.
Claro, a mi juicio, que si hubiera que calificar a los contendientes del debate de candidatos, lo haría en este orden:



Ana Teresa Aranda, Antonio Gali, Blanca Alcalá, Roxana Luna y Abraham Quiroz.
Ana Tere tuvo tablas, aplomo, un discurso coherente y originalidad que le puso interés a un encuentro que por momentos naufragaba en el aburrimiento.
Antonio Gali fue institucional, se mostró como hombre de gobierno, el único que venía de ejercer el poder, con dominio de datos y estadísticas, bien presentado y bien documentado, seguro de sí mismo, eso sí, con una retahila de proyectos como si fuera a gobernar 20 años y respuestas oportunas a los ataques que le lanzaron.

Chiquita

Blanca Alcalá se hizo chiquita. Atacó, sí, pero sin fuerza y sin convencimiento. Llegó con una leccion bien aprendida y la recitó de corridito. Erró en lo que hubiera sido una buena jugada: la acusación al panista de no haber presentado su declaración 3de3, que la puso en evidencia de que no estaba al tanto de lo ocurrido en el último momento: que Antonio Gali la acababa de presentar ese mismo día.
Y terminó convocando a unirse a su causa a las otras dos mujeres; Anara Tere y Roxana que para entonces ya se habían hecho de una personalidad propia y no necesitaban muletas para andar.
Roxana Luna evidenció su inexperiencia en el debate público; estuvo nerviosa, titubeante, con un discurso más débil que por ejemplo el que lanzó ante los empresarios en el encuentro del CCE.
Abraham Quiroz tuvo una participacion de pena.

Pitufos

A final de cuentas, el quinteto de candidatos se acomodó en tres categorías: Los hegemónicos, Antonio Gali y Blanca Alcalá; la chiquillería, Roxana y Quiroz; y la independiente Ana Teresa Aranda, bien diferenciada del pelotón.
Ana Tere indentificó a los hegemónicos bajo un mismo patrón: el priísmo.
Acuñó el término "morenogalista" para señalar al grupo en el poder como la version pitufa del PRI.
Reveló que las encuestas apenas miden el sentir del 30 por ciento de los electores, porque el resto son indecisos que aún no deciden su intención del voto, y convocó a éstos a unirse a su causa.
Se llevó, en fin, la noche.
Y puso en evidencia a los pitufos.

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