Ciro Gómez Leyva en su columna La Historia en Breve, de El Universal, apunta que deben estar desencantados aquellos que vendieron la idea de que el Papa Francisco sería un flagelo que maltrataría los excesos y miserias del gobierno priísta del presidente Peña Nieto.
Faltan los mensajes en Chiapas, Morelia y Juárez, pero por lo visto y escuchado viernes, sábado y domingo, las palabras explosivas han estado ausentes y el Papa ha cumplido el papel de predicador del amor, la esperanza y la alegría que dictaba la historia y el sentido común.
El meollo del asunto
Ecatepec, símbolo perfecto del caótico crecimiento urbano, los sufrimientos en el día a día, el crimen fuera de control y sin castigo, y la mediocridad de los gobernantes de la región más poblada de México, se presentaba como escenario magnífico para azotar a la clase política y a los ricos, a quienes, con generalidades, el Papa gruñó el sábado.
Pero por tercera jornada consecutiva, Francisco se centró en el Dios del Padre Nuestro. Pasó rápido por las frases que comienzan a sonar a clichés sobre corrupción, injusticia y traficantes de la muerte.
Y para expresar la que podría ser su primera metáfora capaz de connotar y evocar infinidad de matices: “Con el demonio no se dialoga, porque siempre nos va a derrotar”.
Y para expresar la que podría ser su primera metáfora capaz de connotar y evocar infinidad de matices: “Con el demonio no se dialoga, porque siempre nos va a derrotar”.
Aquí la columna
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