lunes, febrero 15, 2016

Francisco enfrenta al México negro: condena, redime, consuela

La Hora Cósmica

Por Cosme Haces

El Papa Francisco se deshizo rápido del México de los privilegiados que lo recibieron en el aeropuerto.
Y se colocó enseguida en el México negro.
Para condenarlo, para redimirlo, para consolarlo, que es a lo que vino.
Cayó, eso sí, en la trampa que le tendió el gobierno en su primera jornada, solamente bajarse del avión:
Con la trampa, le tendieron también una alfombra roja como a una estrella.


Lo acapararon el presidente Peña Nieto y su esposa Angélica Rivera; se exhibieron durante alrededor de una hora a su lado, llevándolo de acá para allá en el aeropuerto, desenvueltos, corteses, dicharacheros, como  viejos amigos.
Dejaron muy claro que ellos eran los anfitriones.
Que el huésped distinguido, venía a darles el espaldarazo.
Y el México de la calle, el que esperaba con entusiasmo al guía espiritual,  pudo haber creído que una vez más, un Papa venía a convivir con los poderosos.
Rápido, sin embargo, Francisco echó por tierra esta impresión.

Faraones

En la misma recepción en Palacio Nacional, al que por primera vez ingresaba un máximo jefe de la Iglesia Católica, -para escándalo de jacobinos y laicistas ultraortodoxos-, Francisco retomó su discurso contestatario que ya no abandonaría en los siguientes dos días.
Ahí, ante la élite gubernamental y los que mueven el pandero en la vida nacional, espetó:
"Cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte"..
Y exigió a los grupos políticos y económicos comprometerse por el bien común.
Siguió ya encarrerado en el discurso de reproches y condenas con los obispos y las jararquías eclesiásticas:
Criticó a los suyos, de ponerse al servicio de los "faraones".
Y fue feroz con ellos al describirles las enfermedades más comunes que minan la salud del clero, entre ellas la tentación de los acuerdos bajo la mesa.
"Sean Obispos de mirada limpia, de alma trasparente, de rostro luminoso. No tengan miedo a la transparencia. La Iglesia no necesita de la 
oscuridad para trabajar", los instruyó.

Amargura

Y así en adelante. En la basílica recordó y consoló a las víctimas de la violencia y el crimen:
"En ese amanecer, Dios se acercó y se acerca al corazón sufriente pero resistente de tantas madres, padres, abuelos, que han visto partir, perder o incluso arrebatarles criminalmente a sus hijos".
En Ecatepec enumeró las tentaciones que degradan el cristiano -la riqueza, la vanidad y el orgullo- y condenó a quienes buscan la riqueza a toda costa, despojando a los marginados de sus propios bienes. 
Dijo que esa riqueza tiene sabor a "dolor, amargura, y sufrimiento".
Se refirió a los "traficantes de la muerte": los que lucran con los migrantes.
"Quiero invitarlos hoy a estar en primera línea en todas las iniciativas que ayuden a ser de esta bendita tierra mexicana una tierra de oportunidad, donde no haya necesidad de emigrar para soñar, donde no haya necesidad de ser explotado para trabajar".
Francisco, en fin, se enfrentó  al México negro.
Exorcisó al Diablo:
"Metámonos en la cabeza, con el demonio no se dialoga, solamente con la palabra de Dios se le puede derrotar".
Y se fue a hacer trabajo de campo por el país:
Donde están los que padecen los estragos de la pobreza y la ignorancia; de la violencia criminal.
Los que se van, porque aquí no encuentran de qué vivir.
Que sus palabras encuentren oídos atentos y corazones abiertos.
México los necesita.

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