Ayer, en el Zócalo, Andrés Manuel López Obrador habló de algunos medios de comunicación que están cerca del pueblo y distantes del poder: La Jornada, radio Monitor, que todas las noches transmite sin que se le paguen las asambleas de la coalición Por el Bien de Todos. Mencionó también a Ricardo Rocha, Carmen Aristegui, Jorge Saldaña, Proceso y Radio UNAM. No son los únicos periodistas alejados del poder. Hay otros, como Marcela Gómez Zalce, Lorenzo Meyer, Jairo Calixto Albarrán, Guadalupe Loaeza, Epigmenio Ibarra, Jacobo Zabludovsky
Este día también Pablo Hiriart recuerda en La Crónica, cuando los periodistas le ponían la alfombra roja al Peje, con entrevistas y notas a modo:
¿El que dice que los medios de comunicación no le han brindado espacios, que lo han cercado y jugaron a favor de Calderón, es el mismo que salía todas las mañanas en televisión, con entrevistas de una hora en el medio electrónico que él quisiera?
Sí, es el mismo.
Es el mismo que recibió un trato privilegiado en la televisión y en la prensa.
Es el mismo al que le tapaban sus errores porque no querían enemistarse con él.
Es el mismo que a los medios electrónicos les pagó
—con dinero público— hasta anuncios que nunca salieron al aire, como lo documentó Crónica.
Es el mismo que apareció durante casi cinco años en spots para promover su imagen personal.
Es el mismo que con dinero público pagó cinco años de anuncios en televisión, donde aparecía con el pulgar hacia arriba, sonriente, con frases de campaña.
¿Ya se nos olvidó?
En el futbol, en Big Brother, en las telenovelas, en los noticiarios, hasta en la sopa salía López Obrador.
Su caja chica no tenía fondo. Era el presupuesto del DF, disfrazado en fideicomisos que nunca rindieron cuentas.
Una legión apabullante de conductores de radio y televisión estaba con él, y no todos por afinidad ideológica.
Las entrevistas con él eran, generalmente, de alfombra roja y caravana para el entrevistado.
Desde el gobierno capitalino quiso amedrentar a periodistas y medios de comunicación que ejercían su función crítica.
Sobre el asunto de los medios, Ricardo Alemán hace un balance en su columna Itinerario Político, para concluir que también aquí hubo damnificados tras la campaña electoral:
En el terreno mediático también son muchos los damnificados. En el caso de Televisa y Televisión Azteca, se puede hablar de una victoria -porque mantuvieron encendidas sus veladoras ante los tres principales altares-, pero fue claro que Azteca le apostó al candidato de la coalición y que Televisa lo hizo a favor del que resultó ganador. En el caso de la radio, también hubo damnificados. Los informativos Monitor-MVS, de José Gutiérrez Vivó, y Detrás de la Noticia, de Ricardo Rocha, mostraron una preferencia notoria por una de las causas, a riesgo de convertirse en propagandistas.
Y en donde de plano el papel de la información cedió terreno de manera abierta a la propaganda a favor de una de las causas, fue en los diarios La Jornada y La Crónica, y en el semanario Proceso. La Jornada y Proceso vivieron un claro conflicto de intereses -ser parte de una de las propuestas electorales, la de la coalición, y cumplir con su causa de origen, la de informar-, en tanto que La Crónica tuvo el cuidado de declararse, en un editorial de primera plana, y desde mucho antes de la etapa electoral formal, como un diario crítico al caudillo. Esa fue la diferencia, sutil para algunos, pero fundamental en una guerra mediática como la que terminaron por escenificar los pretensos al poder presidencial.
Entre conductores de informativos, columnistas y articulistas hubo de todo: quienes preferían a los amarillos, a los azules o a los tricolores. Pero al final de cuentas para la mayoría de electores no quedó claro el principio del género de opinión, de crítica, que no es el mismo que el de noticia, crónica o reportaje. También aquí hubo damnificados.