La Hora Cósmica
Por Cosme Haces
Quienes esperaban del Papa Francisco apocalípticas condenas al gobierno, se quedaron con un palmo de narices.
Quienes temían que viniera a predicar quién sabe qué doctrinas innovadoras en materia de fe y costumbres, también.
El sentido común fue la tónica que prevaleció en la prédica del Papa Francisco en México.
Fue enérgico en lo que había que serlo.
Paternal para los que requerían consuelo.
Guía para quienes necesitaban confirmarse en la doctrina de siempre.
Y sobre todo, no se dejó mangonear ni por unos ni por otros, para convertirse en bandera de facciones que en lo político se resumen en gobiernistas, partidarios del statu quo y opositores que lo quieren derribar; y en lo religioso en conservadores a ultranza y progresistas de la liberación y manga ancha.
Curiosamente, las columnas de hoy no abundan en el balance de la visita papal.
Más tardó en irse el Papa, que el país en regresar a las procupaciones del momento.
De la crisis económica que se viene con un drástico recorte del presupuesto, el aumento de las tasas de interés, la debacle del peso; a las escaramuzas electorales de un año que promete ser intensamente político.
Comparaciones odiosas
Y es que, hay que reconocerlo, aunque hubo un manifiesto entusiasmo popular por la presencia del Papa y concentraciones de muchos miles de personas en sus eventos, esta visita papal estuvo lejos de la convocatoria de multitudes que lograron aquí sus antecesores Juan Pablo II y Benedicto XVI, pese a su fama de adusto y doctrinario.
Se recuerdan las grandes concentraciones, por ejemplo la de San Juan de los Lagos, donde dos millones y medio de fieles acudieron a escuchar a Juan Pablo II, o la del autódromo con otros dos millones, mientras que Francisco apenas reunió a 300 mil asistentes en la misa de Ecatepec, su evento más numeroso.
Y aunque las comparaciones son odiosas, esto sí tiene algún significado:
¿Fallaron los organizadores? y ésto tiene ya que ver con las grillas eclesiásticas internas para repartirse culpas por lo raquítico de las movilizaciones; ¿o es que ya los mexicanos no son tan papistas como eran?
En esta ocasión se dió el fenómeno de que hubo más alharaca por el Papa en las redes sociales que en las calles.
Menos católicos
Parece que el descenso en el interés por la visita papal, tiene que ver con otro fenómeno que están registrando los demógrafos: el número de quienes se dicen católicos en México no ha dejado de disminuir desde los años 70.
En esa década, el 88 por ciento de la población se identificaba como católico. El último censo revela que ahora sólo lo hace el 83 por ciento.
Aumenta, eso sí, el número de simpatizantes de otras religiones.
Esto no quiere decir que el país se haya desentendido de la visita papal: estuvo inmerso en ella.
Las cuentas de los medidores de audiencia indican que en los primeros tres días de la visita, más de 41 millones de personas sintonizaron alguna de las transmisiones por televisión.
El momento de mayor audiencia se dió a las ocho y media de la noche del viernes, cuando más de nueve millones de televidentes se sintonizaron con la llegada del Papa.
Son datos fríos, pero significativos.
Lo importante es que el Papa vino, vio y venció.
Que sus enseñanzas no caigan en saco roto.
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