La Hora Cósmica
Por Cosme Haces
No seré yo quien despotrique contra el Museo Barroco que ayer se inauguró.
Tampoco asumiré el papel de cuentachiles, para evaluar cuantas escuelas podrían haberse construido con lo que costó, o cuantos poblanos podrían salir de la pobreza con esa inversión.
Me parecería hipócrita censurar esa obra que desde lo arquitectónico, hasta lo conceptual, es un acierto, sólo porque se construyó en el gobierno de Moreno Valle.
Lo que creo es que Puebla bien se merece tener un museo de tal calibre.
Por muchas razones y no sólo porque aquí se haya desarrollado esa maravilla de la cúpula de media naranja.
Por eso, también porque reconozco mis limitaciones en la historia del arte, tampoco seré yo quien escriba esta columna.
Le cedo el teclado a Mauricio González de la Garza, quien en su libro "De Puebla los fulgores" asegura:
Puebla es la ciudad más barroca de México, y por ende la más mexicana.
De allí la preocupación de los que amamos la historia, la tradición y nuestros valores, por luchar, por conservar lo que valga la pena conservar y por abrir caminos a los nuevos tiempos, antes de que los nuevos tiempos nos arrasen.
Arte arrollador
González de la Garza define el barroco como un arte libre, dinámico, con tendencia hacia lo ilimitado e infinito; masivo, efectista, histriónico, onírico, asimétrico y que huye del equilibrio.
El barroco es arrollador, sensorial, anímico sensual y que exigen la participación activa del espectador.
El barroco, digo yo, abarca todas las artes, lo mismo a la arquitectura, que a la pintura, la literatura y hasta el arte de vivir y aquí en Puebla se forjó ese mestizaje entre el concepto barroco europeo y la sensibilidad indígena, para dar origen a un barroco poblano, que de aquí se extendió al Valle de México, a Hidalgo y finalmente al resto del país.
El doctor Atl, sí, el célebre pintor, escribe en el volumen IV de Iglesias de México:
El estilo de la arquitectura que se desarrolló en la ciudad de Puebla y en todo el enorme valle que se extiende desde los límies de tierra caliente en las faldas del Popocatépetl, hasta el límite de la Malinche y más allá de Tehuacán, fue esencialmente pintoresco, osado y arbitrario y fundamentalmente polícromo, nacido de elementos barrocos italianos y españoles que lleva impreso el sello del sentimiento plástico de las razas aborígenes de esta vasta y admirable región.
Sentimiento indígena
Y sigue el doctor Atl:
Yo creo que han sido dos los factores que han determinado este general deseo de hacer de cada fachada, de cada torre, de cada linternilla de cúpula una verdadera obra de pintura: la influencia del sentimiento indígena de las diversas tribus del Valle de Puebla que como los egipcios no concebían ningún objeto sin color... y la necesidad de las corporaciones religiosas de terminar por medio de la pintura lo que no pudieron organizar debidamente dentro de los límites de la arquitectura a causa del gran número de obras que emprendieron.
Puebla, dice el doctor Atl, tiene párrafos muy elocuentes en el capítulo del barroco.
Pues qué esperamos, vamos a admirar esas maravillas del arte al nuevo museo.
Un museo, que los poblanos ya se merecían.