La Hora Cósmica
Por Cosme Haces
Podría ser el argumento de un best seller al estilo de Morris West o de Dan Brown.
Pero no es cuento, ni política ficción.
Reúne, eso sí, todos los elementos de una buena novela de suspenso con la Iglesia como escenario: un Papa, espías, control político, una intriga en torno a un crimen colectivo y jesuítas.
Las sandalias del pescador van dejando huellas que son estrictamente registradas, vigiladas, e incluso que pretenden ser forzadas a ir por caminos que su portador, el Papa Francisco, no quiere transitar.
Esta columna lo había advertido desde el pasado 18 de diciembre cuando consignó:
Al Papa le están tendiendo una trampa.
Sin querer o queriendo, con buena o mala intención, pero pretenden involucrar a Francisco en el enredo de Ayotzinapa.
Quieren que el Pontífice se reúna con los padres de los normalistas desaparecidos, un tema que no estaba previsto en la agenda de la visita.
La trampa está en que si no se realiza el encuentro, el Papa queda como insensible; pero si se lleva a cabo, bueno, es fácil imaginar que los padres de los estudiantes, usarán a Francisco como aval, sea lo que sea que hayan tratado en la reunión.
Este día lo confirma Enrique Aranda en su columna de Excélsior.
La presión
No aterrizaba aún el avión que trasladó al papa Francisco desde Roma, vía La Habana al país, y los organizadores de la visita sabían ya que en el solicitado encuentro de los padres de los 43 estudiantes plagiados y asesinados en septiembre de 2014 en Guerrero, no tendría cabida en la agenda del Pontífice, relata.
Y agrega que de acuerdo a versiones eclesiales y gubernamentales así se les hizo saber a sacerdotes jesuitas promotores de la reunión y activistas cercanos a éstos.
Ellos, sin embargo, optaron por la presión mediática, pública, para tratar de “doblar” a quienes, en su momento, consideraron políticamente riesgoso atender a su petición que, vale decir, al paso de los días se tornó reclamo y exigencia, precisa Aranda.
Versiones periodísticas, revelan también hoy, que la cúpula de los jesuítas que se reunió hace dos días fuera de agenda con el pontífice en la nunciatura, le expusieron su versión del caso y le entregaron una carta de los padres, en una presión más para doblegar la voluntad de Francisco.
La gestión no prosperó.
Francisco se hubiera metido en un lío, o tal vez supiera ya que, como consigna Aranda, el vocero de los padres de las víctimas es identificado por el gobierno federal, por el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) en particular, como un enlace entre organizaciones defensoras de los derechos humanos y la subversión guerrillera, que en Guerrero tiene uno de sus principales enclaves, señala Aranda.
El espionaje
Y esto nos lleva al otro tema, al de la estricta vigilancia a que está sometido el Papa por el gobierno.
Lo narra Raymundo Rivapalacio en El Financiero:
Francisco está viajando por México sin restricciones, pero no está libre. En cada estado hay un comisionado papal del presidente Enrique Peña Nieto que tras recibirlo al pie de la escalerilla del avión en la comitiva del gobernador en turno, se convierte en su sombra... En buen castellano, los enviaron para inocular a Francisco y que algún evento fuera de programa con agentes sociales o políticos que se presentaran de improviso, fuera inmediatamente neutralizado, afirma Rivapalacio.
Francisco no debe saberlo, y quizás aún no se percata al estar en la burbuja de seguridad, pero el Estado Mayor Presidencial, además de brindar su seguridad, está atento de todo lo que hace y transmite sus reportes a Los Pinos. No hay nada, fuera de las habitaciones de la Nunciatura, que la guardia presidencial no sepa, agrega.
Según Rivapalacio, el Estado Mayor Presidencial acotó los espacios públicos de Francisco como nunca había sucedido en las visitas papales anteriores.
Total, que una red de intrigas y espionaje se mueve en torno al pontífice.
Quieren guiar las sandalias del pescador.
Y éste, tal vez ni lo sepa.
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