Joseph Ratzinger, de 89 años, asegura que su dimisión no se debió a ningún tipo de coacción: “Nadie intentó chantajearme. No lo habría permitido”.
El papa alemán, quien desde su renuncia vive “apartado del mundo” en el interior del Vaticano, hace examen de conciencia: “Un punto débil es tal vez mi poca determinación para gobernar o tomar decisiones. El gobierno práctico no es mi fuerte y esto es ciertamente una debilidad. Pero no me considero un fracaso”.
Ratzinger explica que tomó la decisión de dimitir durante el verano de 2012, tras regresar “muy cansado” de su viaje a Cuba y México, pero que no escribió su renuncia –“en latín, porque una cosa tan importante se escribe en latín”—hasta dos semanas antes de hacerla pública.
Ratzinger explica que tomó la decisión de dimitir durante el verano de 2012, tras regresar “muy cansado” de su viaje a Cuba y México, pero que no escribió su renuncia –“en latín, porque una cosa tan importante se escribe en latín”—hasta dos semanas antes de hacerla pública.
Benedicto XVI niega de plano que el escándalo Vatileaks –las luchas por el poder y el dinero entre altos representantes de la curia-- provocase su decisión tan drástica: “No, no es cierto en absoluto.
Al contrario, las cosas ya estaban claras. Uno no puede dimitir cuando las cosas no están bien, pero sí cuando todo está tranquilo (…). No se trató de una retirada bajo la presión de los acontecimientos o de una fuga por la incapacidad de hacerles frente”.
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