Héctor Aguilar Camín en su columna Día con día, de Milenio, considera que la descarga homicida de la cárcel Tres Cruces de Guerrero, donde una riña entre internos produjo 28 muertos la semana pasada, es como el brote de un chorro hirviente en una zona de géiseres.
La violencia que una y otra vez estalla en nuestras cárceles tiene un origen casi físico que se llama sobrepoblación.
En México hay 250 mil presos en cárceles donde caben solo 200 mil. De las 389 cárceles que hay en el país, 189 padecen sobrepoblación; 12 de ellas tienen una sobrepoblación superior a 300%. La cárcel distrital de Tepeaca, en Puebla, tenía hace dos años una sobrepoblación de 576%.
El meollo del asunto
“Sobrepoblación carcelaria” quiere decir que en 189 cárceles mexicanas hay una lucha darwiniana por espacios donde dormir o ir al baño, con frecuencia por la comida, por el agua y, desde luego, por la seguridad personal.
La saturación carcelaria da paso a la ingobernabilidad de las prisiones, lo cual produce a su vez el llamado “autogobierno”. Esta palabra quiere decir que la parte más dura y violenta de los reclusos captura la administración de la escasez crónica de todo, en un espacio donde la autoridad y sus custodios han perdido toda posibilidad de control.
Una de las consecuencias de la sobrepoblación es que los encargados del penal son cada vez menos y los presos cada vez más
Aquí la columna
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