Este día es amplia la cosecha de cartones sobre la sucesión en la dirigencia nacional del PAN. Helioflores, ve así el asunto en su cartón de El Universal.
Ahí mismo en El Universal, la columna Bajo Reserva, reporta que la sucesión panista está resultando accidentada:
El relevo en la dirigencia nacional del PAN está resultando todo, menos terso. La exclusión de cuadros políticos tradicionales en la directiva afectó no sólo a personalidades cercanas a varios de los aspirantes a la candidatura blanquiazul a la Presidencia de la República, sino también a hombres cuyas cartas credenciales los identificaban únicamente con el actual huésped de Los Pinos.
Fuentes cercanas a Marta Sahagún de Fox le han escuchado plantear que ella está dispuesta incluso a prescindir de su guardia personal, formada por integrantes del Estado Mayor Presidencial, para sumarse en apoyo de candidatos del PAN, especialmente en aquellas campañas claves para su partido.
Donde no se registra tanta claridad es sobre el futuro político de ella misma. Sin embargo, cada vez son más los que imaginan a la señora de Fox no en el rancho de San Cristóbal, precisamente, sino en un escaño en el Senado.
Efectivamente, hay una profunda frustración entre los panistas que perdieron la presidencia del partido con la derrota de Carlos Medina (a la izquierda, rumbo a su casa en el cartón de Efrén, en El Universal).
Juan Ignacio Zavala, hasta el domingo vocero del PAN y cuñado de Felipe Calderón lo refleja en su artículo de hoy en Milenio, vajo el título de Vuelta a la derecha:
La elección del nuevo presidente del PAN marca, sin duda, un giro a la derecha. Sorpresa para muchos menos para el propio Espino, quien controla buena parte del consejo que lo eligió. Él los nombró y, claro, votaron por él. También es cierto que fue una elección en la que se dio puntual cita el odio entre grupos: los anti-Medina, los anti-Espino, los anti-Calderón y los anti-Creel, más las aportaciones voluntarias de rencores y resentimientos personales. Ninguna idea ganó. Triunfó una burocracia que ya tenía tiempo en la estructura partidista. Esto no debe llamar mucho la atención. Normalmente los asaltos al poder se realizan desde las burocracias, las cuales controlan, reparten y finalmente se apoderan de la institución. Eso ha pasado con la derecha radical en el PAN (llámesele ultra, Yunque o lo que sea).
El triunfo de Espino no significa el acabose del PAN ni mucho menos, pero sí deja ver un alarmante cambio de rumbo. El desplazamiento de grupos, corrientes o personas más vinculadas a ideas y al ejercicio de la política que a una causa propia de cruzados no debe ser sorpresa en este sentido. En el PAN no hay familias ni personas que sean custodios de la doctrina o de los principios del partido. Simplemente hay quienes los entienden y los saben proyectar, y quienes no.
La llegada de sangre nueva ha alimentado al partido; desde luego, le ha señalado nuevas formas para llegar a la misma meta. El PAN ha sabido adaptarse a la modernidad y ha tratado de mantenerse fiel a sí mismo a pesar del poder, de los espacios ganados y los perdidos; a pesar de las fallidas alianzas, de los ataques que no cesan,; a pesar de que poco a poco la mercadotecnia ha desplazado los conceptos. Mantenerse fiel a sí mismo puede resultar medianamente sencillo frente a los de afuera, pero va a resultar muy desgastante frente a los de adentro. No sería aventurado decir que estamos en una crisis y tampoco lo sería decir que esta crisis no comenzó el sábado. Ya tiene tiempo.
Los pronunciamientos públicos del nuevo presidente panista (Dibujado a la izquierda por Rocha en La Jornada)han tenido un par de vertientes. Por una parte, llamados reiterados a que él es la autoridad y que va a imponer disciplina a todos; que le dará línea a los diputados sobre cómo deben votar el desafuero; que él va a definir al coordinador. Y, por otra parte, dejó en claro que la lleva bien con la señora. “Yo soy el jefe, soy el que mando.”
También ha regañado a los periodistas por haberse equivocado y no haberlo dado a él como favorito. Tiene razón. Muchos se equivocaron al pensar que él no sería el ganador, algunos porque Medina tenía más nombre y respaldo político, otros simplemente por desearle un mejor futuro al partido. Me parece que la equivocación, esta vez, corrió a cargo del partido y no será fácil salir de ella. Es cierto que Espino ganó con votos. Ganó en una contienda democrática en la que superó con votos a sus adversarios. Pero eso no basta: la mayoría mató a Sócrates.
Algo hicimos mal en el PAN que las cosas están volteadas. Algo hicimos mal que el sentimiento que priva, de una parte y de otra, es uno muy parecido al encono. Las señales de la nueva directiva no han sido para distender, sino para apartar y excluir. El partido es mucho más que una candidatura a la Presidencia; es mucho más que la elección de 2006, pero algo nos pasó que todos estamos enfrascados en dicho proceso y hay quiénes en esa revoltura han sabido sacar ganancias.
En este sentido, llama la atención la felicidad que el triunfo de Espino les causó a quienes apoyan a ese liberal juarista que es Creel. Su jefe de perifoneo, el consejero Adrián Fernández, declaró a la prensa —loco de contento— que quien ríe al último ríe mejor. Ojalá les dure la carcajada.
En Milenio, Jabaz, hace este truco de diseño, para describir lo que pasa en el PAN, y en El Universal, Ricardo Alemán se une al coro que equipara el triunfo de Manuel Espino, con un triunfo de la ultraderecha:
DICE el presidente Fox que no, que "no hay cambio de planes", y que su esposa Marta Sahagún no buscará ninguna candidatura. Pero horas antes, la señora Marta había acudido a entrevistarse, en privado, con el nuevo presidente nacional del PAN, Manuel Espino, jefe del partido en el poder y también nuevo jefe de la ultraderecha que se apoderó del PAN y quien, por cierto, como secretario general de ese partido, había sido el más severo impugnador de las aspiraciones presidenciales de la señora Sahagún.
Y por supuesto, Vicente Fox tiene que insistir en que su esposa no será candidata presidencial del PAN, porque ya midió la contundencia del repudio a esa pretensión cuando a mediados de 2004 las ambiciones de su esposa provocaron si no una crisis, por lo menos un terremoto en torno a la sucesión de 2006. Pero ante el renovado activismo de la señora Sahagún quien provocó un desusado revuelo al apoyar la candidatura de Rubén Mendoza Ayala al estado de México, y quien resultó un factor fundamental para el arribo de la ultraderecha a la nueva dirigencia del PAN, con Manuel Espino y muchos otros miembros del Yunque no son pocos los militantes y dirigentes de Acción Nacional que no creen que la señora Sahagún esté ajena de la sucesión presidencial.
El artículo de Alemán, aquí.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario