domingo, noviembre 04, 2007


La prensa rosa enseña el cobre

La paliza que un prostituto le propinó al comentarista de radio y TV Fabián Lavalle, desató toda clase de demonios entre sus colegas de la prensa rosa.
El analista de medios Alvaro Cuevas, aborda el asunto en su columna de MIlenio de este domingo,Ojo por ojo:

Qué horrible lo que le pasó a Fabián Lavalle, pero no sólo por los golpes sino por el fenómeno de medios que se ha construido a su alrededor.

¿Quién es Fabián Lavalle? Una figura pública que terminó haciendo entretenimiento rosa en los medios electrónicos de comunicación.

¿Qué fue lo que le pasó? Lo encontraron desnudo, atado de pies y muy golpeado en un hotel barato del Distrito Federal.

De acuerdo con el primer reporte de las más serias agencias noticiosas de nuestro país, don Fabián había sido atacado por un sexoservidor al que no le había querido pagar una altísima cantidad de dinero por sus servicios.

Seguramente usted se pregunta: bueno, ¿qué tiene esto de importante?

Es importante porque el señor Lavalle es una figura pública tras la cual pesan diferentes responsabilidades, valores y obligaciones, como pesan sobre todas las figuras públicas de todos los rincones del planeta.

Don Fabián, le guste o no, representa de tiempo completo a una fuente, a un gremio, a varios medios y hasta a varias marcas comerciales. Esto es indiscutible.

Pero lo más importante de todo es la reacción que esta nota generó, tanto en las emisiones de periodismo rosa como en otras plataformas de opinión pública.

Hubo burlas superhirientes sobre si lo que le pasó a Fabián Lavalle le pasó por joto, por tonto, por viejo y hasta porque se lo merecía, y una contraparte particularmente singular, que a pesar de haberle dado la espalda en los últimos meses, se autoproclamó como su íntima amiga, su querida hermana, su justiciera.

Esto es como para ponerse a reflexionar porque nos habla de lo mal que estamos como sociedad y del bajo nivel de nuestra prensa rosa.

Los homosexuales no merecen que les pasen cosas malas por ser homosexuales. Decir eso es monstruoso, pero que lo digan homosexuales frente a un micrófono es todavía peor, y pasó.

Contratar a un sexoservidor no es de tontos, mucho menos el ser atacado por otra persona.

¡Aguas! No todos los sexoservidores son criminales y nada, absolutamente nada, justifica la violencia de ningún tipo.

Un hombre de 57 años no es viejo y no por no tener 23 años merece que lo agarren a golpes en las circunstancias en las que sean.

Y, por último, aunque don Fabián haya hablado bien o mal de quien sea en donde sea, señalar que merecía lo que le pasó justifica no sólo el pésimo periodismo rosa que inunda nuestros medios escritos y electrónicos, sino los crímenes más salvajes que se cometen diariamente en nuestra nación.

Obviamente el ataque del que fue víctima el señor Lavalle se tenía que comentar en todas partes, lo que no se tenía que hacer es todo lo que vino después.

Es como si Fabián Lavalle hubiera sido el mejor pretexto que decenas de personas y de instancias encontraron para canalizar sus odios, su intolerancia, su homofobia, su clasismo, racismo, su rechazo hacia la gente de otras generaciones y sus patéticos delirios de grandeza.

Hubo locutores a los que sólo les faltó decir: yo sí valgo la pena porque soy muy macho, yo soy superior porque a mí ni me cachan ni me hacen esas cosas y yo estoy por encima de Fabián porque yo sí estudié, porque yo no digo las barbaridades que él dice y porque mi periodismo rosa no es tan rosa como el de él.

Demencial es poco porque, a falta de sustancia, en las últimas semanas la prensa rosa ha estado jugando con fuego. Sus comentaristas ya no hablan de encueratrices, deciden quién es bueno y quién es malo.

Acuérdese, a Gerardo Alfaro casi lo canonizan, a Manuel Ávila Camacho prácticamente lo mandaron al infierno y lo peor es que el público sí termina por creerles.

Cuando murió el señor Alfaro yo vi gente ajena a los medios de comunicación tan consternada como si hubiera muerto el Papa.

¿Qué va a pasar con Fabián Lavalle? ¿Sus compañeros lo van a defender? ¿Lo van a hundir? ¿Le van a quitar la chamba? ¿Lo van a convertir en estrella?

Y lo más pesado, ¿qué va a hacer don Fabián? ¿Negará su orientación sexual? ¿Responderá a los ataques? ¿Pedirá perdón en su calidad de figura pública?

Esto no es un escándalo del corazón, es una radiografía de nuestra sociedad, de nuestros líderes de opinión y hasta de nosotros mismos.

Y a las radiografías hay que analizarlas con cuidado, no vaya a ser que muestren enfermedades incurables. No vaya a ser

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