El 17 de febrero de 1957 se reunió en las montañas del sureste de Cuba con un treintañero Fidel Castro al que periódicos de todo el mundo -también el suyo- habían dado por muerto en diciembre, cuando llegó desde México en el yate "Granma" junto a su hermano Raúl, el "Che" Guevara y ocho decenas de rebeldes, la mayoría, esos sí, abatidos por las tropas de Fulgencio Batista.
Disfrazado de acaudalado plantador estadounidense, Matthews entró en los bosques de Sierra Maestra acompañado por unos pocos hombres de Castro y salió de ellos con la exclusiva de su vida.
El periodista de "The New York Times" pasó tres horas en el monte con quien luego sería el cubano más destacado de todos los tiempos; odiado por unos, venerado por otros, pero uno de los protagonistas de la Historia. El 24 de febrero, siete días después, su diario publicó en portada una fotografía de un barbudo Fidel con un rifle de mira telescópica saliendo de un bosque: "Castro sigue vivo y sigue luchando en las montañas".
No solo desmentía a Batista en la muerte del guerrillero que años atrás había fracasado en el Cuartel Moncada: lo presentaba como un héroe ante Estados Unidos y le daba una capacidad de derrocar al dictador de la que en ese momento carecía.
Contó que Castro era "un hombre de ideales, de valor y de notables aptitudes de liderazgo" y le preguntó por su país: "Puede estar seguro de que no tenemos animadversión hacia Estados Unidos y el pueblo americano", respondió quien sería después la bestia negra de varios presidentes en la Casa Blanca.
Así fue como, en un escenario de hojas de bosque trasladado a otro de hojas de imprenta, comenzó el mito de Fidel Castro.
El periodista de "The New York Times" pasó tres horas en el monte con quien luego sería el cubano más destacado de todos los tiempos; odiado por unos, venerado por otros, pero uno de los protagonistas de la Historia. El 24 de febrero, siete días después, su diario publicó en portada una fotografía de un barbudo Fidel con un rifle de mira telescópica saliendo de un bosque: "Castro sigue vivo y sigue luchando en las montañas".
No solo desmentía a Batista en la muerte del guerrillero que años atrás había fracasado en el Cuartel Moncada: lo presentaba como un héroe ante Estados Unidos y le daba una capacidad de derrocar al dictador de la que en ese momento carecía.
Contó que Castro era "un hombre de ideales, de valor y de notables aptitudes de liderazgo" y le preguntó por su país: "Puede estar seguro de que no tenemos animadversión hacia Estados Unidos y el pueblo americano", respondió quien sería después la bestia negra de varios presidentes en la Casa Blanca.
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Aquí la historia de El Clarín
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