Poner a disposición de la Fiscalía General del Estado a estos dos uniformados , simple y sencillamente no basta.
Dejar a Santizo en el cargo, sería suponer que no existía ni conocimiento ni complicidad del secretario en estos hechos, lo que en términos reales resulta simple y sencillamente, inverosímil.
El meollo del asunto
Y es que, hasta el más inocente de los ciudadanos sabe cómo se mueven nuestras corporaciones de seguridad, la estructura piramidal que regula sus operaciones y la poca libertad que tienen mandos altos y medios de participar en hechos delictivos sin el consentimiento de sus superiores.
Si sabía Santizo de las actividades delictivas de sus elementos y las toleró y fomentó, habrá que colgarle la etiqueta de corrupto.
En el remotísimo caso de que no tuviera conocimiento del involucramiento de policías con bandas relacionadas al crimen organizado, demostraría que es un funcionario sin autoridad.
Cualquiera de los dos escenarios es gravísimo y ameritaría el cese inmediato, fulminante.
Sin embargo, en esta Puebla surrealista, lo que es, casi nunca se empata con lo que debería ser.
Aquí la columna
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