Una de esas reuniones que se hacen periódicamente, para compartir información, intercambiar experiencias, afinar relaciones y revisar la implementación del Código Nacional de Procedimientos Penales y del Sistema de Justicia Penal.
Sin embargo, el anfitrión entró al lugar con otra cosa en la mente. Ostentando un arma larga —era su estilo habitual— llegó a socializar. Parecía que el contenido de la reunión le importaba poco. El fiscal de Nayarit, Édgar Veytia tenía más interés en el after-party.
El meollo del asunto
Mientras caminaba en los pasillos y hacía relaciones públicas con sus colegas, aprovechaba para tomar del hombro a los funcionarios del más alto nivel del gobierno federal y a los procuradores estatales más importantes (hasta entre procuradores y fiscales hay categorías), y les susurraba al oído una tentación: a unas cuantas cuadras del hotel sede les había dispuesto una casa “con todo lo que necesites, muy, muy discreta”, según me relataron algunos de quienes recibieron la oferta.
¿Qué entendieron? Que Édgar Veytia Cambero les proporcionaba todo lo que se les antojara para su noche en la Riviera Nayarit: mujeres, alcohol, droga, menores de edad.
Aquí la columna
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