lunes, febrero 14, 2005

Lo que faltaba: ¡Gays infiltran a la Iglesia!

La noticia aparece en el periódico español El Mundo, y la firma el periodista José Manuel Vidal.
Afirma el sumario:

Juan Antonio Reig, obispo de Segorbe-Castellón, no pierde ocasión de zaherir al colectivo homosexual. Ahora, tras tachar de «depravaciones graves» las inclinaciones homosexuales, dice que «los grupos gays infiltrados en la Iglesia han elaborado un cuerpo doctrinal absolutamente herético llamado teología gay».


Y la nota señala:

El obispo de Castellón asegura, en declaraciones a la revista Alba, que “esta teología, rayando en lo blasfemo, no sólo justifica las relaciones homosexuales, sino que afirma de ellas que responden a la verdad, al bien y a la belleza de la persona, constituyendo un auténtico don de Dios”. A su juicio, el objetivo de dicha teología herética es “seducir a algunos, dividir a los católicos y desprestigiar a los pastores difundiendo esas ideas en los medios”.

Pero por mucho que el lobby gay se esfuerce, nunca conseguirá que la Iglesia “acepte como buenas esas inclinaciones parafílicas ni las prácticas sexuales correspondientes”. Entre otras cosas, porque la sexualidad de los gays “se realiza a costa de forzar estructuras anatómicas y simular actividades fisiológicas naturales, sin excluir el uso de los más diversos productos químicos y artilugios mecánicos”.

El asalto del lobby gay no se circunscribe a la Iglesia, sino también al poder político. Es lo que el obispo valenciano llama “homosexualismo político”. Porque los grupos de izquierda “han derivado del rojo (marxismo) al verde (ecologismo) y, ahora, del verde al rosa (homosexualismo)”. “Un ‘giro cromático’ del que tampoco se han visto libres los partidos de centro-derecha”.

Monseñor Reig asegura que “la inclinación objetivamente desordenada” de la homosexualidad “se puede curar”, como dicen “por experiencia muchos psicólogos y psiquiatras”.

Por otra parte, el presidente de la Subcomisión de Familia y Vida de la Conferencia episcopal, afirma tajante que “cualquier anticonceptivo constituye un fraude antropológico” y tercia en la polémica del condón, advirtiendo que “la Iglesia no ha cambiado ni puede cambiar su doctrina sobre el preservativo”.

Ni siquiera para defenderse de la pandemia del SIDA. Ni siquiera en un matrimonio en el que uno esté infectado y el otro cónyuge, no. Porque “el cónyuge infectado de Sida no tiene derecho a exigir al sano que asuma el riesgo de ser contagiado” en las relaciones sexuales. ¿El remedio para este tipo de matrimonios? “Vivir en castidad”.

Por último, el prelado valenciano desautoriza como “pseudocientífico” al Informe Kinsey, “máxima expresión de la revolución sexual” y asegura que la violencia domestica está relacionada con ella. No en vano “en los países donde hay más separaciones y divorcios es donde más casos de violencia doméstica se dan”.

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