Por su parte El País destaca que el 1 de mayo se celebra en casi todo el mundo el Día del Trabajo. La jornada, considerada más festiva que reivindicativa en los últimos años, continúa siendo, sin embargo, uno de los pilares del movimiento obrero, que hoy sale a la calle en la mayoría de ciudades españolas y capitales del mundo para participar en manifestaciones en favor de los derechos de los trabajadores.
También conocido como el Día del Trabajador, la fecha marcada en rojo en el calendario tiene precisamente una sangrienta historia detrás, y es que es gracias a la lucha de un grupo de personas a la que debemos este día festivo y, este año, además, puente laboral.
Jornada de ocho horas
El origen del Día del Trabajo se remonta al año 1886 en Estados Unidos. En aquel momento, los trabajadores habían comenzado una lucha para lograr una jornada laboral de ocho horas. Querían acabar con la norma que establecía la única limitación de no poder trabajar más de 18 horas seguidas sin una causa justificada. En caso de incumplimiento de esta ley, la sanción a las empresas era de 25 dólares -el equivalente a 670 dólares en la actualidad-.
Teniendo en cuenta que el día tiene 24 horas, los sindicatos consideraban justo que solo un tercio de la jornada se empleara en el trabajo. Los otros dos tercios corresponderían al tiempo dedicado a la familia y otros quehaceres, además de las correspondientes ocho horas de sueño. Es decir, la filosofía era: ocho horas para trabajar, ocho para dormir y ocho para la familia. Si los patronos no respondían a la petición, los trabajadores amenazaron con empezar una huelga que comenzó el 1 de mayo de aquel año de finales del siglo XIX.
El origen del Día del Trabajo se remonta al año 1886 en Estados Unidos. En aquel momento, los trabajadores habían comenzado una lucha para lograr una jornada laboral de ocho horas. Querían acabar con la norma que establecía la única limitación de no poder trabajar más de 18 horas seguidas sin una causa justificada. En caso de incumplimiento de esta ley, la sanción a las empresas era de 25 dólares -el equivalente a 670 dólares en la actualidad-.
Teniendo en cuenta que el día tiene 24 horas, los sindicatos consideraban justo que solo un tercio de la jornada se empleara en el trabajo. Los otros dos tercios corresponderían al tiempo dedicado a la familia y otros quehaceres, además de las correspondientes ocho horas de sueño. Es decir, la filosofía era: ocho horas para trabajar, ocho para dormir y ocho para la familia. Si los patronos no respondían a la petición, los trabajadores amenazaron con empezar una huelga que comenzó el 1 de mayo de aquel año de finales del siglo XIX.
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