México es una ciudad desbordada por ambición, corrupción, ineficacia e ignorancia de autoridades que hace décadas renunciaron a administrar la operación y crecimiento de un monstruo urbano con millones de cabezas y tentáculos infinitos.
El meollo del asunto
Dirán los que saben, y dirán bien, que la tormenta atípica sale de cualquier control. También dirán, con buena dosis de razón, que la culpa es de los ciudadanos; la fauna chilango-mexiquense tira en las calles toneladas de basura que irremediablemente taponan el drenaje.
Pero la raíz del problema que nos ahoga no sólo está en los cochinos habitantes de la CDMX y los municipios mexiquenses conurbados, sino en los vicios y costumbres de las castas gobernantes.
Sólo en lo que va del siglo, para no ir más atrás, se han otorgado permisos de construcción en cascada; desarrolladores y constructores inmobiliarios codiciosos viven una era dorada a costillas de la anarquía.
Dirán los que saben, y dirán bien, que la tormenta atípica sale de cualquier control. También dirán, con buena dosis de razón, que la culpa es de los ciudadanos; la fauna chilango-mexiquense tira en las calles toneladas de basura que irremediablemente taponan el drenaje.
Pero la raíz del problema que nos ahoga no sólo está en los cochinos habitantes de la CDMX y los municipios mexiquenses conurbados, sino en los vicios y costumbres de las castas gobernantes.
Sólo en lo que va del siglo, para no ir más atrás, se han otorgado permisos de construcción en cascada; desarrolladores y constructores inmobiliarios codiciosos viven una era dorada a costillas de la anarquía.
Aquí la columna
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