En la recta final del año pasado la Fundación ofreció sus cursos en el penal de máxima seguridad del Altiplano, en Almoloya.
Según el diagnóstico de las autoridades penitenciarias, fue un éxito: los “incidentes” entre internos se desplomaron durante el periodo en que el ajedrez se volvió el tema de conversación, la actividad de moda.
El meollo del asunto
Me refirieron que uno de los más destacados ajedrecistas resultó ser Jean Succar Kuri el pederasta de Cancún. El vencedor del torneo fue un secuestrador cubano.
Pero lo que más les llamó la atención fue el comportamiento de uno de los considerados criminales de más alta peligrosidad de todo el país: Servando Gómez Martínez, La Tuta, quien fue dirigente de los cárteles La Familia Michoacana y Los Caballeros Templarios.
Los internos del Altiplano fueron convocados para pronunciar frente a internos y directivos un discurso sobre el ajedrez.
Y cuentan que lo de La Tuta quedó para los anales de la historia:
Engolada la voz, leyó lo que presentó como “un monólogo sobre las piezas de ajedrez”. Empezó a discernir sobre cada una de las figuras del tablero: “Mis fieles Peones, avancemos sin miramiento ni contemplaciones, mirada altiva, eliminando a diestra y siniestra a nuestros adversarios, defendiendo a nuestro noble y poderoso Rey… Torres vigías, no sucumbamos ni nos desmoronemos ante el embate de las huestes invasoras, que se escuche el clarín desde sus magistrales alturas…”.
Aquí la columna
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Me refirieron que uno de los más destacados ajedrecistas resultó ser Jean Succar Kuri el pederasta de Cancún. El vencedor del torneo fue un secuestrador cubano.
Pero lo que más les llamó la atención fue el comportamiento de uno de los considerados criminales de más alta peligrosidad de todo el país: Servando Gómez Martínez, La Tuta, quien fue dirigente de los cárteles La Familia Michoacana y Los Caballeros Templarios.
Los internos del Altiplano fueron convocados para pronunciar frente a internos y directivos un discurso sobre el ajedrez.
Y cuentan que lo de La Tuta quedó para los anales de la historia:
Engolada la voz, leyó lo que presentó como “un monólogo sobre las piezas de ajedrez”. Empezó a discernir sobre cada una de las figuras del tablero: “Mis fieles Peones, avancemos sin miramiento ni contemplaciones, mirada altiva, eliminando a diestra y siniestra a nuestros adversarios, defendiendo a nuestro noble y poderoso Rey… Torres vigías, no sucumbamos ni nos desmoronemos ante el embate de las huestes invasoras, que se escuche el clarín desde sus magistrales alturas…”.
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