Su llegada no causó algarabía y tampoco la típica fiesta priista de matracas, cornetas y acarreo. Más bien fue un acto protocolario, frío, una celebración forzada por las circunstancias. El “dedazo” presidencial con el que llegó Enrique Ochoa Reza se hizo evidente en la ceremonia de protesta y todos los asistentes a la sesión del Consejo Político Nacional del PRI lo asumieron con aplausos al presidente Enrique Peña Nieto.
“Sí fue un dedazo presidencial, pero así es como funcionan las cosas”, expresa con naturalidad el excandidato presidencial priista Francisco Labastida, quien admite que Ochoa es parte del grupo cercano a Peña Nieto, al contrario de lo que pasa con el sonorense Manlio Fabio Beltrones.
“Así se lo dije a Manlio, a quien conozco y respeto; le dije en dos ocasiones: ‘Perdón, Manlio, no eres del grupo, creo que entras (al PRI) con cosas en contra, con factores en contra”, relata Labastida, quien fue gobernador de Sinaloa, secretario de Gobernación y de Energía, senador por Sinaloa y candidato presidencial del PRI en 2000, cuando perdió ante Vicente Fox.
En este mismo sentido se expresa Dulce María Sauri Riancho, expresidenta nacional del PRI: “Desde el inicio de este gobierno, Beltrones fue un outsider, un ‘fuera de lugar’ del grupo nucleado en torno al presidente de la República.
En este mismo sentido se expresa Dulce María Sauri Riancho, expresidenta nacional del PRI: “Desde el inicio de este gobierno, Beltrones fue un outsider, un ‘fuera de lugar’ del grupo nucleado en torno al presidente de la República.
Ochoa tiene lo que Beltrones no tuvo a plenitud: la confianza presidencial.
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