Y, bueno, parece que ha sonado la hora de los saqueadores y los vándalos en este país, cobijados bajo el manto de una pretendida “lucha social” que, en su caso, no es más que un pretexto para perpetrar delitos.
El meollo del asunto
Lo que resulta verdaderamente inquietante, en estos momentos, no es saber de la existencia de tales individuos —que uno los supondría confinados a una condición de marginalidad— sino constatar la naturaleza casi colectiva del fenómeno: en las depredaciones participan decenas y decenas de jóvenes trasmutados, de pronto, en verdaderos delincuentes.
Y, si el vandalismo gana terreno por la inacción de las autoridades en algún punto, entonces… ¡se suma la demás gente, los vecinos, los que pasaban por ahí, los que, en un primer momento, sólo estaban mirando y que, ahora, aprovechan la circunstancia para agenciarse una pantalla plana o una laptop!
Es simplemente aterrador.
Es simplemente aterrador.
Aquí la columna
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