Salvador García Soto en su columna Serpientes y Escaleras, de El Universal comenta que las marchas ciudadanas de ayer, que pretendían dar un mensaje de “unidad” de los mexicanos ante la política agresiva de Donald Trump, terminaron siendo más bien la dolorosa confirmación de las profundas divisiones que aquejan a una sociedad fracturada y polarizada.
La capacidad de convocatoria quedó muy por debajo de las expectativas que generó el gran despliegue mediático de los organizadores.
En ninguna de las dos pudieron evitar que aparecieran los gritos, carteles y pancartas que mostraban un claro rechazo a la figura presidencial en México que compartió las críticas y ataques con su homólogo del país vecino. “Fuera Peña”, “Corrupto EPN traidor” y “Renuncia Peña” eran consignas repetidas.
El meollo del asunto
La poca “unidad” que se logró expresar en el desfile de 18 mil personas, según cálculos oficiales del gobierno capitalino, bajo el torpedeado lema “VibraMéxico”, se refirió más bien a la unión de un sector específico de la población —“clase media acomodada”, consignaban las crónicas de la marcha— y a una élite de intelectuales, dirigentes empresariales y de organizaciones no gubernamentales, que encabezaron la marcha cuya asistencia no alcanzó para llenar completamente la glorieta que rodea al Angel de la Independencia, que a las 2 de la tarde, cuando se entonó el himno nacional como momento culminante, lucía espacios vacíos. Ni siquiera el rector de la UNAM, Enrique Graue, que iba en el contingente de vanguardia, se salvó de las críticas y cuestionamientos
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