Raymundo Rivapalacio en su columna Estrictamente Personal, de El Financiero, recuerda que Manlio Fabio Beltrones debió haber visto que no podía seguir al frente del PRI alrededor de las tres de la mañana del 6 de junio en Los Pinos, cuando junto con el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, le dijeron al presidente Enrique Peña Nieto que la victoria en al menos nueve estados que le habían dicho tendrían ocho horas antes, eran todo lo contrario. Peña Nieto, dijeron personas que conocen de esa junta, perdió la compostura en un regaño airado que continuó al día siguiente, cuando ante el gabinete gritó: “¿¡Qué no tienen claro que soy priista!?”
El meollo del asunto
La imposición de Ochoa fue la ratificación de que no escuchó Peña Nieto a los priistas, ni tampoco a Beltrones. Ahora, quieren desafiarlo y enfrentarlo. A quien pretenda Peña Nieto llevar a la candidatura presidencial, lo van a combatir. Frente al candidato de Los Pinos, los priistas quieren a Beltrones. La fractura en el PRI es importante, la que se ve más seria desde 1987, cuando surgió la Corriente Democrática, pero la más seria porque no sólo puede representar el quiebre del PRI, sino que en las condiciones actuales, el principio de su fin.
Aquí la columna
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