Un escalofrío recorrió la musculosa espalda de Gil, los ojos en blanco no le permitieron ver nada, todo oscuro; el miedo en el alma le cerró la garganta.
El meollo del asunto
Gilga se llevó los dedos índice y pulgar al nacimiento de la nariz y meditó: depende qué película de miedo. Si se tratara de Psicosis, el clásico de Hitchcock, la cosa se pondría color de hormiga y se resolvería en el baño; el dólar sube, las deportaciones masivas crecen, el TLC se va al carambas, hay vapor de agua, en el espejo apenas se alcanza a ver al asesino.
Ahora mal sin bien, sin mal, si se tratara de Halloween, de John Carpenter, la sangre sería una cortina, no de humo, sino una cascada roja. Hachazos en la cabeza, martillazos en las piernas, la economía hecha pedazos. Pero más bien, la película en la cual Carstens ha pensado es Masacre en Texas, dirigida por Tobe Hooper. En esta historia el mal del neoliberalismo hace daños y sevicias indecibles.
¿Le cortaron los brazos a la economía?
Aquí la columna
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