Raymundo Rivapalacio en su columna Estrictamente Personal, de El Financiero, reseña que nunca antes en la historia de Cancún se había vivido lo que sucedió el martes. Un comando de 10 personas con fusiles de asalto y granadas atacó la sede norte de la Fiscalía de Quintana Roo y el C4, en una operación de asalto rápido y repliegue. Detrás de esta acción desafiante se encuentra el crimen organizado, que ha puesto a prueba al gobierno de Carlos Joaquín, que lleva 100 días en la administración.
La llegada del nuevo gobernador no rompió con el statu quo, como él mismo ha sugerido, al afirmar que la violencia en Cancún, como un día antes en un bar en Playa del Carmen, está relacionada directamente con su política en contra del crimen organizado.
El meollo del asunto
Lo que sugiere el asalto a Cancún es que el crimen organizado está midiendo su fortaleza o la debilidad institucional, así como su determinación y capacidad de respuesta frente al narcotráfico. Esbozaron también, por el tamaño de la afrenta, que no hay ningún vaso comunicante entre el gobernador y los cárteles de la droga, y que a golpe de tiros, como suelen hacerlo, buscarían un acuerdo para poder seguir operando en la península.
El desafío que hizo la delincuencia organizada en Cancún no es sólo contra el gobernador, sino al gobierno federal y al país. Es inadmisible, y en las condiciones actuales, imperdonable que la fuerza del Estado no aplaste a los criminales.
La llegada del nuevo gobernador no rompió con el statu quo, como él mismo ha sugerido, al afirmar que la violencia en Cancún, como un día antes en un bar en Playa del Carmen, está relacionada directamente con su política en contra del crimen organizado.
El meollo del asunto
Lo que sugiere el asalto a Cancún es que el crimen organizado está midiendo su fortaleza o la debilidad institucional, así como su determinación y capacidad de respuesta frente al narcotráfico. Esbozaron también, por el tamaño de la afrenta, que no hay ningún vaso comunicante entre el gobernador y los cárteles de la droga, y que a golpe de tiros, como suelen hacerlo, buscarían un acuerdo para poder seguir operando en la península.
El desafío que hizo la delincuencia organizada en Cancún no es sólo contra el gobernador, sino al gobierno federal y al país. Es inadmisible, y en las condiciones actuales, imperdonable que la fuerza del Estado no aplaste a los criminales.
Aquí la columna
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