Ésa y no otra sería la frase que sintetizaría la relación entre el presidente Enrique Peña Nieto y el gobernador Rafael Moreno Valle.
La desconfianza con la que empezó el sexenio peñista, luego de que el mandatario le prometió que Puebla sería ganado por él en 2012, cosa que no ocurrió, termina con una relación del uno para el otro.
Atrás quedaron las lágrimas del poblano en la Secretaría de Gobernación cuando se detuvo en febrero del 2013 a Elba Esther Gordillo y ofreció dejar Casa Puebla a quien se lo pidiera.
La desconfianza con la que empezó el sexenio peñista, luego de que el mandatario le prometió que Puebla sería ganado por él en 2012, cosa que no ocurrió, termina con una relación del uno para el otro.
Atrás quedaron las lágrimas del poblano en la Secretaría de Gobernación cuando se detuvo en febrero del 2013 a Elba Esther Gordillo y ofreció dejar Casa Puebla a quien se lo pidiera.
Peña Nieto lo utilizó para operar el Pacto por México al interior del PAN y PRD y favorecer sus reformas energética y educativa, principalmente.
Presupuestalmente, el presidente siempre avaló la asignación extraordinaria de fondos para Puebla. En 4 años de relación, alrededor de 280 mil millones de pesos para las obras que quisiera.
Siempre que requirió de sus servicios, Moreno Valle le operó como priista. La última ocurrió en el tema del gasolinazo. Los votos panistas que requería se los dio; a cambio le autorizaron un jugoso presupuesto para el séptimo año de su sexenio.
Lo deja Peña Nieto irse impune, pues lo necesita para lo que viene: dividir al PAN y atacar a López Obrador.
Aquí la columna
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