Los medios de comunicación tradicionales en México no se salvan de la desconfianza. En algunos casos, incluso, es todavía más aguda que la que se vive en Estados Unidos. A eso hay que sumarle los peligros reales que enfrentan muchos valientísimos colegas. En muchos casos, ser periodista en México a principios de 2017 es estar entre la espada de la amenaza física y la pared de la censura o la autocensura.
El meollo del asunto
En ese caldo de cultivo se desarrollará la campaña electoral de 2018. Será una labor difícil, pero el periodismo mexicano tendrá que encontrar la manera de estar a la altura del reto que implicará la próxima batalla por la Presidencia. Algunos candidatos tratarán de irritar aún más a un electorado indignado. Otros tratarán de tapar la caja de Pandora de sus pecados con demagogia y promesas. Algunos más tratarán de escabullirse de su pasado con florituras retóricas. Habrá propaganda burda en redes sociales, filtraciones de escándalo, intentos de manipulación. Frente a esta lucha, los periodistas mexicanos debemos aprender de las lecciones de los colegas estadounidenses, hoy aterrados y quizá hasta humillados, pero en pie de guerra ante lo que viene.
Aquí la columna
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