Desde el interior de la máxima casa de estudios se tolera el narcomenudeo, la trata de universitarias, los robos a autopartes y desapariciones.
La razón es simple: la Dirección de Apoyo y Seguridad Universitaria dio cabida a porros, pandilleros y chavos banda. Les pusieron uniformes y a atracar.
Desde que el Tío Poncho metió a su sobrina consentida, Susana Hernández, en la coordinación de la DASU de la BUAP, los levantones de estudiantes y feminicidios se dispararon.
Y cómo no va a pasar esto, si el esposo de la sobrina del Tío Poncho, Julio Galindo, como director técnico del Consejo Universitario, es quien controla todo para su jefe: el rector.
Por eso, ahora resulta alarmante que Esparza pretenda la autorización para que su policía privada use armas de fuego, cuando nadie de la DASU pasaría ninguna prueba de confianza.
Y es que este grupo que se comporta como comando y también es usado para intimidar a críticos en la BUAP, seguirlos y espiarlos.
Aquí la columna
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