El chantaje está en que si no les dan un lugar preponderante en la selección del candidato presidencial se van a Morena.
Hasta ahora quienes están en la descubierta por ese intento son –salvo, quizá, Ivonne Ortega– priistas de pocas luces y escasa reputación.
Esos priistas ya nada le aportan al PRI, más que el tufo a naftalina. Aunque si se van, habrá ruido, y de eso se trata precisamente.
Aparenta ser un movimiento por frenar una alianza que haga candidato presidencial a alguien que no es militante de ese partido: José Antonio Meade. No es por ahí: ya dijo Enrique Ochoa que el candidato será un militante de ese partido.
También pretenden quitarle por completo la facultad de decisión a Peña Nieto.
En caso de ser así, van a una misión imposible que es doblarle el brazo a un presidente tan ortodoxo como Peña.
Lo que hacen, realmente, es labor de quintacolumnistas: reventar al PRI por dentro para que la sangría hacia Morena sea lo más grande posible.
Aquí la columna
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