Con un 32% de la intención de voto, la fuerza de la derecha adelanta así al gubernamental PRI, que obtiene la segunda plaza con un 24%, pero a muy poca distancia de la formación del sempiterno candidato de la izquierda Andrés Manuel López Obrador (21%).
La espoleta del antipriísmo, activada por los casos de corrupción locales, la atonía económica y la dificultad para desligarse del pasado, ha propiciado este vuelco. Pero el éxito no está asegurado y aún depende, según los expertos, de la reacción del PRI. La partida no ha hecho más que empezar.
El PRI vuelve a combatir contra sí mismo.
Desde que en 2000 perdiese el poder tras detentarlo sin interrupción durante siete décadas, su principal objetivo ha sido desligarse de su pasado y subirse al tren del futuro. En 2012, de la mano del joven gobernador Enrique Peña Nieto lo consiguió.
Derrotó al PAN, la única formación que en la historia de la democracia mexicana ha sido capaz de desbancar al PRI, y prometió un cambio radical. No sólo de las anquilosadas estructuras del país, sino de su propio partido. Había nacido el nuevo PRI. O eso fue lo que una mayoría creyó en aquel momento.
Pero el poder, como el tiempo, erosiona todo cuando toca. La encuesta de Parametría muestra que el lento declive sufrido en los últimos años por el partido gubernamental se ha agudizado en poco tiempo.
Pero el poder, como el tiempo, erosiona todo cuando toca. La encuesta de Parametría muestra que el lento declive sufrido en los últimos años por el partido gubernamental se ha agudizado en poco tiempo.
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