Salvador García Soto en su columna Serpíentes y Escaleras, de El Universal, afirma que igual que el personaje de la novela de Voltaire llamado Cándido, que aún en medio de las peores tragedias mantiene siempre el optimismo y cree estar “en el mejor de los mundos posibles”, el presidente Enrique Peña Nieto celebró ayer el triunfo de Donald Trump y, mientras buena parte del mundo y de los mexicanos lo consideraba una “tragedia”, el mandatario —que invitó y dio trato de “estadista” al hoy presidente electo durante su campaña— lo tomó como una “oportunidad” y con marcado optimismo, confió en que el magnate del discurso racista y antimexicano, que asumirá la presidencia de Estados Unidos buscará “una relación de coincidencias y no de hostilidades, de alianzas y no de conflictos”.
El meollo del asunto
El optimismo de Peña Nieto fue parte de la estrategia con la que el gobierno de México reaccionó a la victoria de Trump. Mientras en muchas partes se hablaba de shock por este resultado y en la misma sociedad mexicana y la opinión pública la noticia desataba pesadumbre y pesimismo ante las amenazas vertidas por el candidato republicano en su campaña, para la administración de Peña parecía ser la “mejor noticia”.
En una cátedra de optimismo y con la serenidad de quien ve ganada su apuesta y cumplido su pronóstico, el jefe del Estado mexicano hacía un panegírico del próximo presidente estadounidense y, contra todos los temores expresados por muchos en México y el mundo, Peña externaba su confianza total y absoluta en el agresivo, cambiante, racista, misógino y mentiroso Donald Trump.
Aquí la columna
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