Raymundo Rivapalacio en su columna Estrictamente Personal, de El Financiero, considera que el presidente electo de EU, Donald Trump, sigue enviando señales ominosas al gobierno del presidente Enrique Peña Nieto; ahora, con la próxima designación del general retirado del Cuerpo de Infantes de Marina, John Kelly, como su secretario de Seguridad Interior, responsable de la vigilancia de las fronteras de Estados Unidos. No es por su calidad, de quien estará a cargo de construir el muro entre los dos países, por lo que Kelly es relevante y una mala noticia para el gobierno, sino por su pasado, un militar de línea dura, que piensa que la migración es un riesgo para la seguridad nacional de ese país, y que ha criticado al Ejército Mexicano por su involucramiento, directo o indirecto, en la matanza de Tlatlaya y la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa.
El meollo del asunto
La documentación desclasificada sobre violaciones a derechos humanos, por parte del Ejército Mexicano, forma parte del carácter del general Kelly. En un testimonio ante el Comité de Servicios Armados del Senado, en marzo de 2015, el todavía entonces jefe del Northcom resaltó que cada entrevista con un presidente, un ministro o un jefe de Fuerzas Armadas en México y América Latina, siempre “empieza y termina con una discusión directa sobre derechos humanos”. De manera clara lo sintió el Ejército Mexicano, pero no se limitaba sólo a la Defensa. Aquel testimonio en el Capitolio, que habla de muchas más debilidades y fallas del gobierno de Peña Nieto, fue lo que lo llevó a ser nombrado por Trump secretario de Seguridad Interior.
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