Un teatro lleno de legisladores, políticos, hombres y mujeres muy elegantes. El discurso del presidente Peña insistió cien veces en la necesidad, la urgencia, la obligación, el menester de la unidad de México y los mexicanos.
El meollo del asunto
Las palabras del Presidente olían a naftalina, pues las fueron a sacar de Dios sabe qué ático. Faltaron figuras como “los emisarios del pasado” y “el desarrollo estabilizador” y faltó, no pudo llegar, el director del Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización, nadie vio al profesor Olivares Santana. La unidad es la unidad es la unidad y ya vámonos porque Trump nos quiere ayudar a eliminar a los bad-hombres del narco. Ya en serio: pocos conceptos, poca emoción, nada de carácter, cero liderazgo.
A Gamés el alma se le va a los pies y trapea con ella la duela de cedro blanco.
A Gamés el alma se le va a los pies y trapea con ella la duela de cedro blanco.
Aquí la columna
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