Por la extradición de Joaquín El Chapo Guzmán, por aprehender a quien disparó contra un funcionario estadounidense en Jalisco, pero sobre todo, por haber encontrado la camisola con la que el superestrella del futbol americano, Tom Brady, jugó el Súper Tazón 51.
El 5 de febrero de este año, los Patriotas de Nueva Inglaterra, liderados por su mariscal de campo Brady, ganaron ese Superbowl. Esa misma noche, Brady divulgó que le habían robado el jersey con el que jugó el partido.
El FBI revisó los videos de la cancha, de los vestidores, de los túneles, de todas las áreas por las que había podido pasar la mentada camisola número 12, y dedujo una lista con un puñado de sospechosos.
Uno de ellos estaba acreditado como periodista y fue descubierto merodeando extrañamente por la zona de vestidores: era el director del periódico mexicano La Prensa, Mauricio Ortega.
Todo cuadraba: uno de los sospechosos se volvía el más sospechoso de todos.
Todo cuadraba: uno de los sospechosos se volvía el más sospechoso de todos.
Aquí la columna
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