Durante casi un sexenio, el gobernador de Nayarit pasó casi tan desapercibido como su estado en la escena nacional. La discreción con que los asuntos nayaritas se mueven en el día a día hicieron pensar que todo iba bien… hasta que salió mal.
Sandoval casi la libra en tiempo y forma, pero a punto de llegar a la otra orilla su barquito de papel hace agua, golpeado por el iceberg de la corrupción, la impunidad y la delincuencia organizada al amparo del poder.
El meollo del asunto
Roberto Sandoval se suma a la lista de aquellos que en su momento fueron presumidos como los rostros del nuevo PRI, igual que los Duarte, en Veracruz y Chihuahua, su tocayo Borge, en Quintana Roo, y Rodrigo Medina, en Nuevo León.
Roberto Sandoval —dicen que al borde del infarto— parece ser parte de una casta de “mirreyes”, y en política lo que parece suele ser.
Lo ocurrido en Nayarit confirma que en pueblo chico también hay ratas grandes.
Lo ocurrido en Nayarit confirma que en pueblo chico también hay ratas grandes.
Aquí la columna
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