Valentín Varillas en su columna La Tempestad, de Status, señala que poco o nada influyen los debates en la decisión final de por quién votar.
Por lo menos, en la realidad poblana, así ha sido desde que se incorporó este ejercicio a la práctica democrática local.
El formato, cuidado en exceso, vuelve acartonada la participación de los candidatos.
El poco tiempo que tienen para hacer uso de la palabra y la lógica con la cual se eligen los temas, limitan lo que en teoría tendría que ser la esencia del encuentro: ver el desempeño de quienes piden el voto en un libre intercambio de ideas.
Por lo menos, en la realidad poblana, así ha sido desde que se incorporó este ejercicio a la práctica democrática local.
El formato, cuidado en exceso, vuelve acartonada la participación de los candidatos.
El poco tiempo que tienen para hacer uso de la palabra y la lógica con la cual se eligen los temas, limitan lo que en teoría tendría que ser la esencia del encuentro: ver el desempeño de quienes piden el voto en un libre intercambio de ideas.
El meollo del asunto
Lejos estamos todavía de ver siquiera una aproximación a lo anterior.
Menos aún cuando la propia autoridad electoral, para el caso del debate de esta noche, ha decidido aplicar diversas sanciones a quienes se atrevan a incurrir en “ataques” en contra de sus adversarios.
El término, sobra decirlo, resulta por demás ambiguo.
Los debates están condenados a seguir siendo una triste y aburrida parodia de un ejercicio que en otras democracias es considerado como fundamental para fomentar la participación ciudadana en los procesos de elección de gobernantes.
Aquí la columna
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