Héctor Aguilar Camín, en su columna Día con día, de Milenio, considera que más allá de los resultados puntuales de las elecciones de ayer en 13 estados, conviene hacer una reflexión sobre el pobre espectáculo democrático que dejan como saldo.
Quizá el rasgo dominante de ellas sea la ilegalidad sistemática e impune con que proceden los competidores.
En primer lugar, echando al juego todo el dinero ilegal que pueden colectar.
En segundo lugar, ejerciendo sin recato la difamación y la calumnia en todas las modalidades imaginables de guerra sucia.
El meollo del asunto
En tercer lugar, organizando lo que ha dado en llamarse “operación electoral”, que no es sino la antigua y viciosa práctica de comprar, inducir, obligar e inventar votos.
En cuarto lugar, comprando medios y encuestas al punto de que es imposible guiarse por ellos para leer o anticipar lo que realmente está sucediendo en cada elección.
No hubo ayer una sola elección que no hubiera sido intervenida por los gobiernos locales en busca del resultado que querían.
Aquí la columna
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