Raymundo Rivapalacio en su columna Estrictamente Personal, de El Financiero, define que la sedición, de acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española, es un alzamiento colectivo y violento contra la autoridad, el orden público o la disciplina militar, sin llegar a la gravedad. Otra acepción es lo que se refiere a la sublevación de pasiones.
En el marco de la política, se podría argumentar que el mensaje que el secretario de la Defensa, general Salvador Cienfuegos, dio a la nación el jueves pasado a través de los medios de comunicación, fue una sedición.
El meollo del asunto
El secretario no habló por él solo, sino por los generales –en activo y retirados– que lo han presionado por más de dos años porque sienten que el gobierno los ha expuesto, utilizado y sacrificado en la lucha contra la delincuencia organizada.
Sus mensajes de confrontación para protestar por la falta de un marco jurídico que regule el papel de las Fuerzas Armadas en las calles mexicanas, no fueron tanto un reclamo al Legislativo como al Ejecutivo, que los generales sienten que los ha abandonado.
El grito del secretario de la Defensa, que ya era tiempo de regresar a los cuarteles, tuvo como respuesta inmediata la orden del presidente Enrique Peña Nieto: los soldados se quedan en las calles.
El choque claro entre el comandante supremo de las Fuerzas Armadas y su representante.
Aquí la columna
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