En cambio, añade mucho a la reflexión sobre el sistema penal mexicano y sus limitaciones: burocratismo, falta de independencia, rigor científico y analítico y, en la cúspide de sus males, el fondo de su oscuro pozo, la rutinaria naturalidad de la tortura.
El meollo del asunto
Añado que no quisiera tener en ninguna instrucción criminal mexicana testimonios tan claros de torturas como los que el GIEI ha recogido del expediente de Ayotzinapa.
17 detenidos, testigos de cargo del caso, muchos de ellos contra sí mismos, presentan lesiones agravadas en sucesivas constancias médicas de sus tiempos de reclusión.
El GIEI no se atreve a decir aquí lo que debiera: todos los torturados deben ser puestos en libertad por la elemental violación a sus derechos al debido proceso de que han sido víctimas.
Aquí la columna
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