Raymundo Rivapalacio en su columna Estrictamente Personal, de El Financiero, cuenta que Javier Duarte estaba feliz. Las amarguras después de la elección del 5 de junio habían quedado superadas. Dos meses antes de solicitar licencia como gobernador de Veracruz, platicó con el presidente Enrique Peña Nieto, quien le dijo que no se preocupara porque todo el escándalo de corrupción era un tema de medios.
Fue el mismo diagnóstico que hicieron en Los Pinos cuando la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, cuando 'pescaron' al director de la Conagua, David Korenfeld, usando como taxi el helicóptero de la institución, o como cuando estalló el escándalo de la 'casa blanca': todo es un problema de medios.
Gradualmente, Peña Nieto mostró haber aprendido de aquellos errores, pero Duarte no lo vio. Por eso se echaba para delante y afirmaba que nada malo había hecho y que no renunciaría; y tan contundente en privado al asegurar que él no había firmado nada, por lo que nada malo llevaría a él.
La realidad es que el apoyo del presidente a Duarte en agosto, cambió en septiembre.
Duarte se escondió en la cajuela del automóvil de una prima de su esposa, Karime Macías, para escabullirse hasta el aeropuerto de Xalapa. De acuerdo con las investigaciones, voló en el helicóptero de la Fiscalía de Veracruz a Coatzacoalcos el mismo 14 de octubre.
Cuatro días después, Yunes denunció que se había escapado
Aquí la columna
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