Pero hay exactamente la misma actitud de soberbia y arrogancia que, aún en el paseo de humillación a que fue sometido —al hacerlo caminar descalzo, entre gritos y el torpedeo de preguntas de los reporteros—, y en su forma de hablar ante el juez, confirmaron a un presunto delincuente que no muestra el más mínimo arrepentimiento o remordimiento alguno por su monstruosa corrupción y que, más bien, se conduce seguro, como si se supiera blindado y protegido.
El meollo del asunto
Es como si Duarte supiera algo que ignoramos los mexicanos sobre su futuro legal y judicial.
Durante más de dos horas escuchó, con mirada y posiciones altaneras, cómo el juez del Tribunal Quinto Penal, Adán García, leía cómo saqueó el dinero de los veracruzanos para comprar casas, ranchos, terrenos, departamentos, blanqueando los recursos públicos a través de empresas fantasma, para sostener una vida de lujos y abundancia para él, su influyente esposa Karime Macías, hoy casi exonerada por la PGR, su familia y sus socios y amigos.
Nunca se inmutó. Eso sí, ya no sonreía en ningún momento, como si alguien le hubiera recomendado borrar esa sonrisa suya que tanto irritó e inquietó a los mexicanos durante su sorpresiva detención.
Aquí la columna
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