Algo hicieron muy mal para encontrarse en la antesala de la derrota y de su nueva salida de Los Pinos.
En el eje de su decadencia está la arrogancia con la que empezaron a gobernar.
Desdeñaron a los intelectuales, a los empresarios, a los comunicadores. Ningunearon a los militantes de su propio partido.
A los sectores populares, donde está la principal nutriente de los votos priistas, les dieron dinero, pero no les dieron la mano.
El meollo del asunto
La sociedad terminó de descomponerse por la ausencia de una política social incluyente, activa, que organizara a las comunidades en torno a objetivos y valores.
En lugar de sentirse orgullosos partícipes de un proyecto, los pobres fueron relegados a una mera estadística, y a sus cuentas llega una ayuda mensual. ¿Se entiende la diferencia? Ahí está todo el problema. O casi todo.
Al Presidente lo encerraron en Los Pinos o en auditorios controlados y le cortaron su principal cualidad política: la facilidad de conectar con la gente.
Fallaron en economía en la primera mitad del sexenio. Los priistas recibieron un país que crecía al cuatro por ciento y el primer año del gobierno lo bajaron a 1.36.
Aquí la columna
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Apreciable señor Hiriart: Hoy le expreso mi reconocimiento por un análisis sensato por demostrable. Otras veces lo he criticado negativamente; hoy lo alabo.
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