La Hora Cósmica
Por Cosme Haces
El populismo como tantos otros sistemas tiene sus pros y sus contras: uno de sus pros es que regala cosas y eso a todos les gusta; una desventaja, en cambio, es que siempre lo que se regala alguien lo tiene que pagar.
Esto último no les importa a los políticos populistas que trabajan siempre en el corto plazo, con un horizonte que apenas llega hasta la próxima elección. Que pague el de atrás.
Y esto podría estar sucediendo en Puebla con la avalancha de regalos que en vísperas de las elecciones para la mini gubernaura de 2016, está lanzando el gobernador Moreno Valle.
Apenas ayer, concretó la anulación de todos los costos de escrituración, para quienes regularicen o adquieran un inmueble que no exceda los 550 mil pesos en su costo.
Ayer también, anunció, que se ragalarán mochilas y morrales a más de 800 mil niños de las escuelas públicas.
Antes, había proclamado que regalaría uniformes también a los alumnos de todas las escuelas públicas del estado.
Estableció la entrada gratis al partido inaugural del estadio Cuauhtémoc y a los museos durante todo 2016.
El ejemplo del gobernador Moreno Valle, lo está siguiendo también su delfín el alcalde Antonio Gali, que ayer mismo estableció la tasa cero en la compra de bienes inmuebles.
Y es que regalar, hace muy populares a los políticos. Que siga la fiesta, piensan los electores.
Pan y circo
Se trata de una fórmula tan vieja como el Imperio Romano, que el poeta Juvenal sintetizó en una frase: pan y circo.
Ahora se aplica a la práctica de un gobierno que, para mantener tranquila a la población u ocultar hechos controvertidos, provee a las masas de alimento y entretenimiento de baja calidad y con criterios asistencialistas.
En aquellos tiempos remotos, los políticos romanos aprendieron que para ganar los votos de los pobres funcionaba muy bien dar comida barata y entretenimiento. Eso los hacía inmensamente populares: la plebe los aclamaba por las calles y los vitoreaba en sus coliseos y teatros, y sobre todo los elevaba y mantenía en el poder.
Julio César, por ejemplo, distribuía trigo gratis entre unas 200 mil personas, y el emperador Aurelio regalaba dos panes diarios a otras 300 mil. Eran el eqivalente a las tortas que aquí se reparten en los mítines.
La caída
En realidad, en el Imperio Romano funcionaba una especie de Conasupo, una institucion que distribuía trigo subsidiado. Su riqueza era tan grande que pudo darse ese lujo durante mucho tiempo.
Pero a final de cuentas, alguien tenía que pagar y empezó a escasear el dinero.
A los economistas romanos se les ocurrió entonces irle quitanto plata al denario. Pero llegó también el momento en que a los proveedores ya no les costeaba negociar con esa moneda devaluada. Las regiones consideradas los graneros de Roma, prefirieron comerciar entre ellas en mercados regionales y redujeron el abasto a la urbe.
Con la disminución del comercio, las calzadas y caminos se deterioraron: las legiones no llegaban a tiempo a los puntos de conflicto y la burocracia y los funcionarios, tampoco.
Las regiones se aislaron. El imperio perdió capacidad para imponer sus reglas. Se vino la avalancha de los bárbaros y lo demás es historia conocida.
Fue un proceso de siglos.
Y no es intención de esta columna equiparar a Rafael Moreno Valle con un emperador romano.
Pero dicen que la historia es maestra.
Habrá que aprender de ella.
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