martes, abril 18, 2017

Duarte no ríe, se trata del rictus de un hombre bajo un cataclismo psíquico

Gil Gamés en su columna Uno Hasta el Fondo, de Milenio, relata que se disfrazó de psiquiatra: la barba blanca, los lentes de metal, el saco de lanillas y el pantalón gris, los zapatos de ante, la pierna cruzada y el ligero toque argentino en su lenguaje, en sus exposiciones de profundidades abisales: señoras y señores,
Duarte no ríe, se trata del rictus de un hombre demenciado, un fronterizo bajo un cataclismo psíquico. Eso no le quita lo ladrón a Javidú, pero no estamos ante un hombre que ríe sino ante un ser humano al borde del abismo que no sabe ejecutar un gesto de miedo, apenas esboza el fingimiento de una sonrisa, una orden equivocada del cerebro.


El meollo del asunto

Mientras Gilga observaba la fotografía de Duarte, se imaginó la opinión de algunos suecos, daneses, alemanes. Los mexicanos son muy raros, a sus gobernadores los sacan de los manicomios y los obligan a gobernar.
Gamés respondería esto si le preguntaran por los gobernadores de algunos estados: no los extraen exactamente de los manicomios, pero sí provienen de unos partidos políticos que parecen manicomios, pero en realidad no son tan pequeñas escuelas del crimen.
En realidad a esos gobernadores famosos en el mundo los han educado políticamente para el robo y la exacción, el despojo y la trapacería. Nadie podrá convencer a Gilga de lo contrario y a las pruebas se remite.

Aquí la columna

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