El general Cienfuegos, frente al presidente de a República, fue claro, contundente, no dejó el menor resquicio para la ambigüedad o la duda.
En la óptica castrense no era necesario, sino urgente, un posicionamiento público firme, después de la muerte de militares en el operativo contra huachicoleros en la comunidad de Palmarito Tochapan y las consecuentes acciones necesarias para salvaguardar el prestigio y la honra del ejército mexicano.
El meollo del asunto
Por eso y en aras de seguir manteniendo una sana convivencia, fundamental en la recta final de un sexenio caótico, Peña Nieto tuvo muy poco que pensar.
El envío el pasado fin de semana del primer contingente militar de 200 elementos para reforzar las medidas de seguridad en Palmarito, es apenas el comienzo de un proceso de militarización de la famosa zona del triángulo rojo que contempla el probable envío de 2 mil elementos de las Fuerzas Armadas.
Lo anterior, más el anunció público de los pobladores de estas comunidades de seguir enfrentando al ejército, convierten el tema en una auténtica bomba de tiempo que puede tener repercusiones directas en la gobernabilidad del estado.
Aquí la columna
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