Ninguna autoridad lo reconoce con claridad, pero el momento es de una ya prolongada emergencia financiera, con el peso severamente devaluado, el horizonte comercial del país disminuido por lo que el propio Carstens llamó el “huracán” Trump, la economía contrayéndose y las finanzas públicas nacionales paradas en un palito, endeudadas más allá de lo prudente y sin un acuerdo claro, precisamente con el Banco de México, sobre cuánto debe el gobierno reducir su gasto y cuánto debe el banco aumentar las tasas.
Incertidumbre es la palabra que según el propio Carstens caracteriza el momento actual. Su decisión de separarse del cargo ha añadido incertidumbre a la incertidumbre.
La pobre explicación del hecho deja en el aire la impresión de que hay algo no dicho, un conflicto no aclarado, que es el origen de una decisión tan inoportuna.
Se ha dado una explicación normal para un momento y una decisión anormales. Y el efecto obtenido es de alarma y desconfianza.
Aquí la columna
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